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Renegociación del TLCAN: más que una promesa de campaña

A inicios de la década de los 90 los presidentes de Estados Unidos y México, George Bush y Carlos Salinas de Gortari, respectivamente, en conjunto con el Primer Ministro canadiense Brian Mulroney, iniciaron una serie de negociaciones sobre un Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el cual finalmente entró en vigor en 1994.

Con el establecimiento de este acuerdo multilateral se pretendía eliminar las barreras aduaneras en un período de quince años, así como eliminar restricciones al comercio de varios productos, entre ellos, vehículos de motor y piezas para los mismos, computadoras, textiles y agricultura; facilitar la circulación transfronteriza de bienes y servicios, respetar la propiedad intelectual, además de aumentar las oportunidades de inversión estableciendo una competencia justa.

La promesa de Trump

Transcurridas dos décadas desde la entrada en vigor del TLCAN o NAFTA, comenzó nuevamente a hablarse de este acuerdo. Durante la campaña presidencial del actual mandatario estadounidense, Donald Trump, éste reiteró la necesidad de reformar y renegociar el tratado, e incluso abandonarlo, clasificándolo como “el peor para su nación”, con un déficit comercial de más de dos billones de dólares. Adicionalmente, los Estados Unidos han perdido 4,1 millones de empleos en fabricación, y uno de cada cuatro en la industria automotriz.

Bajo este precepto el presidente Trump no iba a aceptar ningún nuevo acuerdo que no fuera beneficioso y garantizara el éxito comercial de EUA, por lo cual se embarcó en extensas negociaciones durante el último año para lograr un acuerdo positivo, aunque por los retrasos y la disconformidad de las partes todo señalaba a que no iba a lograrse.

Las elecciones presidenciales en México, en junio de este año, jugaban un papel fundamental,  ya que generaban cierto recelo ante cualquier negociación, pues podían tomarse decisiones que el nuevo gabinete rechazara; a pesar de esto, la administración Trump se reunió con ambas delegaciones de mandatarios para asegurar que posteriormente esto no afectara el resultado de las negociaciones, de esta forma -aunque parecía el punto más difícil- México y Estados Unidos cerraron un acuerdo bilateral modificado, excluyendo –de momento- a Canadá, aunque para el primero era un factor importante la permanencia de éste en tratado de libre comercio.

Con respecto a Canadá la situación se tornaba complicada por la influencia y las negociaciones de éste con China, ya que a través del TLC se abría la puerta trasera a importaciones del gigante asiático libre de aranceles hacia Estados Unidos, específicamente en el sector automotriz. Esto terminó creando tensiones comerciales y la imposición de aranceles por un valor de $200.000 millones que la administración Trump le hizo al gobierno de Xi Jinping en los últimos meses. Bajo estas circunstancias, la disputa entre Canadá y Estados Unidos estuvo hasta el último momento, cediendo ambas naciones en puntos cruciales como el aumento arancelario en el sector agrícola para Estados Unidos y la objeción de que un 75% de las piezas de automóviles deban ser fabricadas dentro de las fronteras de América del Norte para calificar en la lista de excepción arancelaria.

Nuevo y reformado TLCAN

Finalmente, se obtuvo un nuevo tratado denominado The United States Mexico and Canada Agreement ,USMCA por sus siglas, el cuál elimina a China de la zona de libre comercio de América del Norte, endureciendo una serie de reglas que existían en el NAFTA en sectores de importancia como el textil, en productos químicos y de acero; respecto a la mano de obra, deben aumentarse los salarios y cumplir con los estándares laborales reales y exigibles, de no darse el cumplimiento no podrán clasificarse para un tratamiento libre de aranceles. Este último es positivo para México quien cuenta con una tasa de pobreza elevada y salarios muy por debajo, sin embargo, se teme que pueda desacelerar su economía por la reducción de inversión extranjera con el nuevo régimen salarial e incluso, que se reduzcan considerablemente las exportaciones.

A pesar de las cláusulas rígidas, como la anulación del tratado si alguna de las partes celebra un TLC con una economía que no sea de mercado –como por ejemplo China-, sin lugar a dudas el USMCA es una transacción histórica, muy bien elaborada y beneficiosa para las tres naciones, pues eleva sus niveles de competitividad comercial ante el mercado mundial y garantiza el crecimiento económico de cada una de ellas.

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