El debate entre la vida y el aborto

Acaba de terminar el sexto mes del año gregoriano. Se le conoce por muchas cosas: en él se suele celebrar el día del padre —la fecha varía por país—; entre las fechas del 20 al 21 se da el solsticio de verano y el de invierno en los hemisferios norte y sur, respectivamente; y a finales del mismo, se lleva a cabo el Día Internacional del Orgullo LGBT. No hablaremos de ninguno de estos tópicos, sino más bien de una decisión judicial en los Estados Unidos que con toda razón despierta acalorados debates y bastante controversia. De esa manera, nos detendremos en el debate entre la vida y el aborto.

Quizá pueda aducirse que son palabras sesgadas, pero en realidad el debate se sustenta teórica y éticamente en eso. Los que defienden una postura u otra apoyan permitirle al embrión desarrollarse o, en su defecto, que bajo ciertas circunstancias se le impida formarse y nacer. Por lo tanto, revisaremos las principales visiones sobre ese asunto en particular y algunos detalles sobre lo acontecido en los Estados Unidos.

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El aborto inducido y las posturas que se manejan al respecto

Comencemos diciendo que estas líneas no versan sobre el aborto espontáneo —aquel no provocado intencionalmente antes de la semana número veinte de gestación— y mucho menos sobre la muerte fetal, que ocurre a partir de la semana veintiuno también por causas naturales. Simplemente nos limitaremos a comentar aquellos casos en los cuales a un ser humano aún en el vientre de su madre se le practica el aborto inducido y las posturas que se manejan al respecto.

Una primera vertiente apoya totalmente el aborto y se basa en la libertad para ello. Es defendido, sobre todo, por algunos liberales, por las corrientes progresistas y los nuevos movimientos sociales. La siguiente idea de la actual ministra Secretaria General de Gobierno de Chile, Camila Vallejo, lo demuestra: “Estoy segura que si los hombres parieran, el aborto hubiera sido libre hace mucho tiempo”. Para ellos, la vida humana no existe desde la fecundación sino más adelante, por lo tanto, la interrupción de la procreación tendría que ser algo «normal». De igual modo, priorizan la voluntad y los deseos de la madre frente a la criatura, alegando que las mujeres deben decidir plenamente sobre su cuerpo, inclusive si esto atenta contra su descendencia.

La opinión que discrepa con esta práctica se puede definir perfectamente con la siguiente frase: “Me he dado cuenta de que todos los que están a favor del aborto ya nacieron”. La pronunció en su momento con cierta ironía el cuadragésimo presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan (1981-1989). Nos topamos con una postura conservadora. Desde su perspectiva, la vida humana es sagrada desde la fecundación del óvulo por el espermatozoide, razón por la cual nadie puede interrumpir el embarazo, pues ello implicaría la ejecución de un crimen y de una ilegalidad —este último caso, cuando las leyes lo prohíben expresamente— al matar a un ser vivo. Inclusive, se interpreta como una afrenta contra la voluntad de Dios —agregándole un matiz religioso—.

Por supuesto, en el mundo es difícil encontrarse las cosas únicamente en blanco y negro. La misma escala de grises sugiere que pueden contemplarse ciertas excepciones para realizar el aborto, como en el caso del embarazo producto de una violación. Bajo esta modalidad, no todos los embarazos son susceptibles de realizar la aludida interrupción, presentándose ante la opinión pública como una opción salomónica entre partidarios y detractores absolutos. No obstante, de más está acotar la dificultad de llegar a un punto medio en esta materia.

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Un mes rudo para los nuevos movimientos sociales

Como habíamos comentado, junio es el mes del orgullo LGBT. Se supone que es una temporada en la cual sus miembros se manifiestan en las calles y presionan por cambios a favor de sus intereses. En teoría, ese tiempo corre a su favor, siempre en función de celebrar la diversidad, que en este caso es sexual. Naturalmente, de ahí toman partido los otros movimientos progresistas —antirracistas, feministas y ecologistas, sobre todo— para entremezclarse. A pesar de ello, el de este año fue un mes rudo para los nuevos movimientos sociales, dentro de los cuales se incluye esa comunidad y las feministas pro-aborto.

Fueron varios los sucesos que permiten afirmarlo. Por un lado, una producción cinematográfica con grandes posibilidades de convertirse en un éxito taquillero acabó fracasando, entre varios motivos, por un beso entre dos mujeres. Igualmente, la ciudad de Buenos Aires prohibió la enseñanza del «lenguaje inclusivo» al considerarlo una distorsión de nuestro idioma. Para rematar —y el que más nos interesa, al ser el que va asociado al tema principal—, el aborto dejó de ser un derecho constitucional en los Estados Unidos por decisión de la Corte Suprema. Ese día le bajaron una bandera al feminismo y, dentro del debate que titula este texto, ganó la vida.

Tras esta sentencia, que revierte el fallo Roe vs. Wade de 1973 y la resolución Planned Parenthood versus Casey de 1992 —ambas a favor de la interrupción del embarazo—, los máximos jueces de la federación definieron que la Constitución no otorga el derecho al aborto y devuelve la autoridad para legislar sobre este asunto al «pueblo» y sus «representantes electos». Dentro de las tres posturas que revisamos en el subtitulo anterior, ciertamente se presenta en primera instancia como una decisión anti-aborto, es decir, la más conservadora. Después de todo, los Estados Unidos como tal ya no admite esta práctica. No obstante, cuando nos fijamos bien, en realidad es la salomónica: la federación delegó esa tarea en las entidades federales y, según cada una de las cincuenta legislaciones, podrá permitirse, prohibirse o matizarse su realización. De modo que sí, hay estados norteamericanos que continuarán practicándolo sin mayores restricciones.

Por los momentos, quien desee abortar en Estados Unidos y viva en determinadas entidades, probablemente le toque traspasar un par de fronteras internas para hacerlo. Indistintamente de ese detalle, este debate es un continuo tejer y destejer. Veremos si en los próximos tiempos más estados se suman a la causa anti-aborto o, por el contrario, los que actualmente la apoyan se vuelven abortistas. Igualmente, solo el tic tac del reloj dirá si la decisión será duradera o si ante un mínimo cambio las cosas dan un giro de 180°.