Ni siquiera en diciembre las aguas se calman

Antes de culminar un año y comenzar otro nuevo, son muchas las cosas que se pueden agregar a una conversación. Cuando creímos que el ciclo de renovación de autoridades nacionales había acabado con Brasil en Latinoamérica y con las elecciones de medio término en los Estados Unidos, Perú nos demostró hace unos días que ni siquiera en diciembre las aguas se calman. La lucha por el poder, en ocasiones, no respeta las festividades ni su cercanía.

En las próximas líneas, revisaremos a grandes rasgos algunos de los elementos políticos destacados del 2022. Asimismo, sería útil meditar un poco sobre lo que le puede esperar a América de cara a un 2023 lleno de retos e incertidumbres en materia económica, militar, política y social.

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De Pedro Castillo a Dina Boluarte

Para calentar motores, comencemos hablando de aquello que acaparó titulares hace pocos días en nuestra región. Nos referimos a ese tumultuoso y agitado trance de Pedro Castillo a Dina Boluarte en la presidencia del Perú el pasado 7 de diciembre. Un poco más y bailan al son de la Navidad.

No nos detendremos en los detalles ni en los sucesos en sí. Es algo que los medios han divulgado suficientemente y sería redundante ahondar nuevamente en ello. Solo destaquemos que un presidente que estuvo atestado de problemas desde su primer día al frente del gobierno y acusado de supuestamente ser el responsable de innumerables asuntos turbios, finalmente abandonó el poder. Un fallido intento de su parte por poner en jaque a las instituciones peruanas le costó el cargo. Vaya forma de culminar un fatídico mandato, ¿no?

Ya veremos qué sucederá en los próximos meses. Sin embargo, cabe resaltar que desde 2016 Dina Boluarte es la sexta persona en ocupar la jefatura de Estado peruana. Prácticamente a razón de uno por año. ¿Será posible que dentro de poco conozcamos a una séptima? Solo el tiempo y el revuelto sistema político peruano podrán responder.

2022 fue un año repleto de obstáculos

Eso respecto a Perú. Ahora hablemos de un panorama más general. Comencemos afirmando lo obvio: 2022 fue un año repleto de obstáculos para el continente americano y para el mundo. Si ya veníamos recuperándonos del golpetazo sanitario, económico y social que representó la pandemia de la COVID-19 en 2020, ahora la invasión a Ucrania iniciada el pasado febrero viene a recrudecer varios problemas y a generar otros distintos.

Uno de los grandes males que enfrenta el continente en general es la elevada inflación. La misma cantidad de dinero compra cada vez menos en el mercado. Por supuesto, ha sido el resultado de una combinación de políticas económicas desacertadas por parte de las autoridades nacionales y de la situación en Europa oriental y en Asia, que ha dificultado el comercio internacional y ha provocado el encarecimiento de ciertos rubros.

Asimismo, fuimos testigos de varios cambios políticos que no deben pasar por alto. En Brasil venció el expresidente —ahora presidente electo— Lula da Silva; las divisiones político-territoriales mexicanas que renovaron las autoridades locales ratificaron la popularidad de Andrés Manuel López Obrador; Colombia designó a Gustavo Petro como presidente y en Chile se juramentó Gabriel Boric Font. Sin contar que Estados Unidos continúa gobernada por Joe Biden, pero ahora con la Cámara de Representantes ligeramente inclinada a favor de los republicanos.

De esta manera, el mapa político es distinto. Los colores han cambiado significativamente en países con peso en la política regional e internacional. El aparente punto en común es el giro a favor de la izquierda. La mayoría de los nuevos mandatarios comulgan con las ideas socialistas, socialdemócratas y las más progresistas —como el ecologismo, el indigenismo y el feminismo, por mencionar algunas—, defendidas por los nuevos movimientos sociales latinoamericanos y por la izquierda internacional.

Los retos de cara al 2023

Respecto a los temas álgidos que hemos abordado, los retos de cara al 2023 no son «de poca monta», como dirían en la Península Ibérica. Como pudimos apreciar en los dos apartados anteriores, Occidente comienza su almanaque bajo una estructura política completamente distinta a la de la apertura del anterior. Veremos el desempeño de Dina Boluarte en Perú, pero también el de Lula en Brasil. En el norte, Biden verá despedirse a Nancy Pelosi de la presidencia de la cámara baja norteamericana. Los colores han variado, como veníamos diciendo.

Igualmente, aguardamos por el eventual descenso de los porcentajes de inflación y desempleo. El creciente costo de la vida está desangrando los estados de cuenta bancarios. Aunado a ello, causa estragos la escasez de determinadas materias primas y el encarecimiento del combustible. Sí, la situación económica global no es la mejor en estos momentos y previsiblemente será un tópico fundamental de la agenda pública el próximo año.

Finalmente, la invasión rusa sobre Ucrania vino a empeorar problemas que venían arrastrándose desde la pandemia o incluso antes. Esta situación se vive, en mayor o menor medida, dentro y fuera de Europa. Su efectiva finalización parece ser un clamor hemisférico aunque sea difícil vaticinar el cómo y el cuándo de su desenlace. No es fácil vivir en el viejo mundo bajo la amenaza casi permanente de una escalada que involucre a nuevos actores o de incorporar el elemento nuclear. Las consecuencias serían catastróficas y el globo terráqueo tendrá mucho que lamentar si ocurriese.

Bajo estas características y premisas cerrará el 2022. No se puede colocar en tela de juicio su significación política, económica y militar para el continente en particular y para el planeta en general. Tal vez resultó ser más acontecido de lo que muchos hubieran deseado cuando comenzó. Y bueno, 2023 viene cargado de retos y de posibilidades. Nada se encuentra establecido aún, y si algo identifica a la política latinoamericana es su constante cambio. Esperemos que esta nueva vuelta al Sol sea mejor que la anterior para todas y cada una de las sociedades.