Sobre costa rica y sus numerosos indecisos

No hace mucho meditábamos un poco sobre la primera vuelta presidencial en Costa Rica. De los tres favoritos en las encuestas, solo uno avanzó hacia la segunda vuelta y, adicionalmente, se coló una ligera sorpresita. Este último rasgo no quiere decir que haya sido inesperado: sobre Costa Rica y sus numerosos indecisos cabía la posibilidad de un amplísimo margen de error. Por lo menos dos de cada cinco electores no sabían por quién sufragar y si se decantaban por los aspirantes menos apoyados, esas tendencias sufrirían reveces —como terminó sucediendo—.

A continuación revisaremos la trayectoria de los dos aspirantes presidenciales y haremos un breve recorrido sobre la propuesta política del vencedor en la segunda vuelta.

¿Más vale malo conocido que bueno por conocer?

El 3 de abril pasado sucedió lo que tenía que suceder: las autoridades nacionales costarricenses fueron renovadas en su totalidad. En el pautado balotaje participaron el ex presidente José María Figueres Olsen y el ex ministro de Hacienda Rodrigo Chaves Robles. Un veterano de la política centroamericana contra un controversial tecnócrata. Ante semejantes condiciones, sus ciudadanos debieron responder a la pregunta del popular refrán ¿más vale malo conocido que bueno por conocer?

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Figueres Olsen fue ministro de Comercio Exterior y luego de Agricultura y Ganadería a finales de la década de 1980 y ejerció la presidencia de la República entre 1994 y 1998. Es hijo de Figueres Ferrer, otro ex presidente (1953-1958 y 1970-1974) conocido por ser el responsable de la abolición del ejército. Sobre él recae una acusación de corrupción conocida como el caso ICE-Alcatel, en el que supuestamente habría sido sobornado con 900 mil dólares por la compañía Alcatel.

Chaves Robles, en cambio, solamente fue ministro por menos de un año. Es un economista de larga trayectoria profesional con un currículum académico encomiable. Antes de su breve paso por el gobierno de Carlos Alvarado Quesada, trabajó durante casi treinta años para el Banco Mundial, donde terminó siendo director de la oficina en Indonesia. Su nombre no ha escapado de polémicas, ya que lo han acusado de supuesto acoso sexual con subalternas suyas en su prestigioso puesto de trabajo en la aludida organización internacional.

Y los indecisos acabaron decidiendo

Como ya mencionamos en el apartado anterior, el pueblo costarricense dictó veredicto. Ya tendrán ocasión para verificar si acertaron o no, pero frente a la reelección y la renovación, entre las figuras políticas conocidas y las emergentes, acabó resultando victoriosa la segunda en ambas dicotomías. Y los indecisos acabaron decidiendo: sin ellos, su nuevo presidente, Rodrigo Chaves Robles, no hubiera tenido posibilidad alguna de ganar los comicios. Basta ojearlas para observar que en la mayoría de ellas oscilaba entre el cuarto y el sexto lugar de preferencia.

El favorito en los sondeos de opinión, desde un principio, siempre fue el experimentado político José María Figueres. Reñido con otros candidatos que no llegaron al balotaje, pero ahí aparecía. Inclusive muchos de los aludidos indecisos daban por hecho que ganaría su segundo mandato aunque no votasen por él.

No obstante, ignorar el hecho de que la mayoría no decía por quién iba a votar dificultaba una proyección acertada. Esos votos podían canalizarse a favor de uno u otro e implicar grandes cambios en el resultado final. Como consecuencia, un tercero acabó posicionándose en el segundo lugar y fue al balotaje frente al que aparentemente estaba destinado a retomar la presidencia. Desde ese entonces, las encuestas giraron a su favor y henos aquí, escribiendo sobre su triunfo.

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Ha ganado el «cambio radical»

Cuando posamos la lupa con mayor detenimiento sobre su propuesta, Rodrigo Chaves Robles en materia política es prácticamente antisistema, en lo social es conservador y en el ámbito económico es más bien progresista. ¡Vaya combinación! Se nota que lidera una organización política nueva. Eslogan coyuntural o seria promesa electoral, ha ganado el «cambio radical» frente a la tradición política.

En varios de sus discursos de campaña ha afirmado querer romper con el pasado, que para él simboliza privilegios para unos pocos, inmoralidad e incertidumbre. De esta manera, prometió nuevas leyes y duras sanciones contra la corrupción, eliminar las pensiones de lujo del poder judicial y los monopolios establecidos en el país.

Sobre los asuntos económicos, es partidario de reducir los precios de la energía, las medicinas y el arroz para la población, impulsar el empleo joven, reducir las trabas para la inversión y otorgar beneficios dirigidos a los agricultores. Respecto a los tributos, no ha considerado crear nuevos sino cobrar los ya existentes. Incluso cabe la posibilidad de que reduzca la tasa del Impuesto al Valor Agregado (IVA).

Indistintamente de todo, Costa Rica tiene nuevo presidente. Uno cuyas banderas son la transformación y la lucha contra la corrupción y cuyo partido solamente cuenta con una sexta parte de la Asamblea Legislativa. Solo el tiempo podrá decirnos si esta mezcolanza planteada por el recién electo mandatario podrá ser aplicada en los próximos cuatro años de gobierno.