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¿Sirven de algo las marchas?

El domingo cinco de mayo, miles de mexicanos se congregaron en calles de distintas ciudades del país para manifestar su total rechazo hacia el presidente izquierdista López Obrador. En tan solo cinco meses los ciudadanos se han visto profundamente afectados por las decisiones tomadas por el Ejecutivo Federal.

Cifras oficiales estiman que asistieron quince mil personas. Los seguidores del presidente no perdieron la oportunidad para desestimar e incluso mofarse de los ciudadanos que osaron alzar la voz contra el tirano en gestación.

Pronto descalificaron a los asistentes porque, dicen, “ellos no son el pueblo porque son blancos”. A los izquierdistas les repugnan las marchas en las que no se saquean comercios y no se vandaliza la propiedad de otros.

A final de cuentas no podemos esperar congruencia de seres que consideran al marxismo como una teoría viable. Hay que comprender que sus capacidades intelectuales están disminuidas por años de adoctrinamiento. Tuvieron una reacción perfectamente lógica viniendo de ellos: “mis marchas son legítimas, las tuyas no lo son”.

Al menos en América Latina estamos acostumbrados a que las marchas sean encabezadas por gente de ideología izquierdista. Incluso sin importar el país, siguen el mismo patrón: romper, quemar, destruir, amedrentar.

La izquierda justifica dicha destrucción, el Materialismo Dialéctico justifica los daños para hacer “colapsar” al sistema capitalista y así poder implementar el sistema socialista. Evidentemente, cuando un izquierdista NO está en el poder es perfectamente legítimo que se manifieste en contra del sistema.

¿Pero qué pasa cuando son los izquierdistas quienes ostentan el poder? De pronto la libertad de expresión les empieza a parecer un privilegio de pocos. De pronto ya no comulgan con la disidencia e incluso les parece ridículo que un ciudadano manifieste su rechazo.

¿Las marchas de la izquierda sirven de algo cuando la derecha está en el poder? La respuesta tiene matices innumerables, sin embargo para fines prácticos diremos que sí. Las marchas de la izquierda sí sirven, porque utilizan la violencia, porque no toman en cuenta la integridad física de otras personas, porque les encanta ver el mundo arder.

Entonces, normalmente, la derecha en el poder intenta contener los daños. A veces, no pocas, cede ante la irracionalidad de las demandas izquierdistas. Y nuestros pacíficos marxistas siguen cometiendo ilícitos, porque entre más violentos son, más favores obtienen de la derecha que no se atreve a poner un alto tajantemente por miedo a ser adjetivados con el mote de fascistas/fachas.

¿Las marchas de la derecha sirven de algo cuando la izquierda está en el poder? Podríamos resumirlo a un rotundo no. Uno de los rasgos distintivos de la izquierda es que cuando llega al poder su principal enemigo es la libertad de expresión. El líder debe ser incuestionable.

La izquierda no tiene reparo en masacrar a ciudadanos desarmados. La izquierda no tiene piedad ante el estudiante o la madre de familia cuyo único escudo es un cartel. La izquierda usa la violencia para llegar al poder y utiliza el terror para perpetuarse en él.

En México apenas se está gestando la tiranía. Las personas aún pudieron marchar libremente y sin escándalos para manifestar su molestia ante el presidente. Pero una vez afianzados en el poder, los izquierdistas son capaces de pasarles una tanqueta por encima a los ciudadanos a quienes prometían un mundo de paz, como ha sucedido en Venezuela.

¿Los ciudadanos mexicanos obtendrán algo a cambio de la marcha? Dudoso. López Obrador y sus seguidores seguirán justificando malas decisiones y burlándose de la oposición con frases inoportunas de bufón improvisado. La realidad es cruda, pero ante la izquierda no hay número de marchas que sean suficientes para detenerlos.

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