GUERRAS RARAS

Los acontecimientos de la política internaciones nos mantienen con el corazón en la boca, sin duda el principal protagonista es el actual presidente de los EEUU quien ha abierto demasiados frentes en muy poco tiempo, probablemente tenga en mente resolverlos antes de julio de 2026, para así preparar una buena campaña para las elecciones de medio termino; estas elecciones terminarían de apuntalar el movimiento MAGA o se convertirán en un clavo en el ataúd, ya que una eventual mayoría demócrata en el congreso o el senado entorpecería significativamente la capacidad de Trump para llevar adelante su programa América First.

Trump inició una histeria mundial al anunciar sus aranceles, el planeta reaccionó de la peor manera posible, a nadie se le ocurrió disminuir sus aranceles a los productos que importan desde los Estados Unidos, simplemente se avocaron a lloriquear como plañideras, Trump les gritaba que el libre comercio es recíproco, mientras el resto acusaba a Trump de proteccionista. Capítulo especial tienen los aranceles con China, los cuales han amenazado con colocar en el 100%.

Pero es que China es un capítulo especial en prácticamente todo lo que tiene que ver con los EEUU, y su presidente (Trump) los identifica como “el enemigo” y para sorpresa únicamente de los ignorantes en efecto – China es el enemigo – lo es como acreedor de bonos de deuda de los EEUU, lo es por su vertiginoso crecimiento tecnológico, lo es por su avanzada penetración en Hispanoamérica (teniendo a Venezuela como cabecera de playa), así como en varios paises de África, pero lo es en particular porque a fecha de hoy controla el 80% del mercado global de tierras raras.

China controla el mercado global de las tierras raras mediante una combinación estratégica de monopolio productivo, control tecnológico y diplomacia económica. Posee alrededor del 35% de las reservas mundiales, pero produce más del 70% del suministro global gracias a una política de subsidios estatales, regulación selectiva y control centralizado de las licencias de extracción. Pekín consolidó la industria bajo unas pocas empresas estatales —como China Northern Rare Earth Group— que dominan toda la cadena de valor, desde la minería hasta la refinación y manufactura de componentes tecnológicos. Además, impone cuotas de exportación y normas ambientales estrictas a competidores extranjeros, encareciendo su producción. Con ello, garantiza que buena parte de las tecnologías avanzadas —vehículos eléctricos, misiles, imanes, paneles solares— dependan de su suministro. En esencia, China usa las tierras raras no solo como fuente de ingresos, sino como herramienta geopolítica para influir sobre potencias occidentales y mantener una ventaja estratégica en la economía del futuro.

DONDE ESTÁN LAS TIERRAS RARAS

Las mayores reservas comprobadas de tierras raras se concentran en unos pocos países, aunque China sigue siendo el actor dominante. Según estimaciones del US Geological Survey (USGS) y otras fuentes de 2024, el panorama global es el siguiente:

  1. China – alrededor de 44 millones de toneladas métricas (35–40% del total mundial), principalmente en las provincias de Mongolia Interior, Sichuan y Jiangxi.
  2. Vietnam – cerca de 22 millones de toneladas, en depósitos poco explotados, pero estratégicamente relevantes para diversificar el suministro global.
  3. Brasil – con 21 millones de toneladas, sobre todo en el estado de Minas Gerais.
  4. Rusia – unos 18 millones de toneladas, concentradas en Siberia y la península de Kola.
  5. India – con 6,9 millones de toneladas, derivadas sobre todo de arenas monacíticas en la costa de Kerala y Odisha.
  6. Australia – alrededor de 4 millones de toneladas, con proyectos importantes en Mount Weld (Lynas Corporation).
  7. Estados Unidos – cerca de 2,3 millones de toneladas, localizadas principalmente en la mina Mountain Pass, California.

Estos países juntos controlan más del 90 % de las reservas conocidas. Sin embargo, el dominio chino no se debe solo a la cantidad de reservas, sino a su capacidad de refinación y procesamiento, donde casi ningún otro país puede competir hoy por costes y tecnología.

Sin embargo, no son los únicos, estos tres países sí tienen potencial geológico relevante, pero su situación es muy distinta a la de los grandes productores:

Venezuela: se han identificado yacimientos prometedores de tierras raras en el Arco Minero del Orinoco, especialmente en el estado Bolívar (zonas de Parguaza y Cerro Impacto). Sin embargo, no hay explotación industrial ni reservas comprobadas oficialmente por organismos internacionales. La falta de infraestructura, inversión extranjera y la inestabilidad política han frenado su desarrollo. En teoría, Venezuela podría tener depósitos comparables a los de Brasil o China, pero en la práctica están subexplotados.

Argentina: cuenta con concentraciones menores de minerales de tierras raras asociadas a proyectos de litio y uranio, sobre todo en Catamarca, Salta y Jujuy. Hay estudios preliminares (por ejemplo, del Servicio Geológico Minero Argentino) que confirman presencia de monacita, bastnasita y xenotima, pero todavía no se consideran reservas económicamente viables. Argentina prioriza su minería de litio, aunque podría integrar las tierras raras en su estrategia energética a mediano plazo.

Ucrania: antes de la guerra, poseía uno de los mayores potenciales de Europa en tierras raras, especialmente en Kirovohrad, Zhytómyr y Dnipropetrovsk, donde se hallan depósitos de apatita, monacita y eudialita. En 2021, la UE y Ucrania firmaron un acuerdo para desarrollar esa industria, buscando reducir la dependencia de China. Pero la guerra paralizó casi todos los proyectos, y hoy el potencial ucraniano es geológicamente alto, pero políticamente inviable.

PARA QUE SIRVEN ESTAS TIERRAS RARAS

Las tierras raras son la base de la nueva revolución “La revolución tecnológica” porque sin ellas no habrá ni teléfonos móviles, ni televisores de última generación, ni baterías para los coches eléctricos; pero tampoco habrá cazas F-35, ni portaviones ni submarinos nucleares. Aquí algunos datos para dimensionar el tamaño de la necesidad

Un teléfono móvil: ≈0,005–0,02 kg (5–20 g) — imanes de altavoz/vibrador, pequeños motores, fósforos/óxidos en pantalla y algunos componentes. Un televisor (LCD/LED doméstico): ≈ 0,05–0,5 kg (50–500 g) — fósforos, imanes de altavoz, pequeños motores en modelos con ajuste motorizado. Una placa solar(panel fotovoltaico individual): ≈0,001–0,01 kg (1–10 g) — el panel en sí usa casi nada; la mayor parte va en inversores/seguidores. Un misil moderno (guiado, de media/gama alta): ≈ 5–50 kg — imanes en actuadores/servo, sensores, cabezas de guía/espectrales. Un avión de caza de 5.ª generación: ≈20–200 kg— amplia dispersión: actuadores eléctricos, sistemas de control fly-by-wire, radares, sensores, recubrimientos electrónicos y elementos magnéticos. Un portaviones (nuclear, portaaviones moderno): ≈5–20 toneladas (5.000–20.000 kg) — suma de generadores, motores eléctricos, sistemas de propulsión auxiliares, radares, sensores, sistemas de lanzamiento y millones de componentes electrónicos. Un submarino nuclear: ≈1–10 toneladas (1.000–10.000 kg) — motores eléctricos, sensores sonar, sistemas de control, electrónica de a bordo y redundancias.

LO QUE NO ESTAMOS VIENDO

Mientras Europa lloriquea los aranceles de Trump y pretende promulgar leyes para controlar a los ciudadanos que habitan el continente a través del denominado «Chat control», Trump libra una batalla con China en los términos que China impuso en su tratado de guerra público llamado “Unrestricted warfare” escrito por dos coroneles de la fuerza aérea popular china, Qiao Liang (乔良) y Wang Xiangsui (王湘穗).

Para ellos el campo de batalla es el planeta y la fuerza (la guerra convencional) es únicamente el último recurso, antes hay que deprimir al enemigo facilitando el consumo de drogas entre su población, generando polarización política y debilitando su economía. También superándolo tecnológicamente y en eso China, después de acumular años de experiencia copiando a otros, se ha convertido en pionero sobre todo en el mundo de la movilidad eléctrica y en IA.

Esa es la batalla que está librando Trump, quien reitero ha insistido por activa y por pasiva que el enemigo no es Rusia – ES CHINA – por eso Trump invadirá Venezuela, por eso también meterá en el mismo saco de Venezuela a Colombia, por eso quiere lograr un acuerdo para culminar la guerra en Ucrania, por eso ha aprobado un swap de 20 mil millones de dólares para rescatar la economía argentina. Si bien hay que combatir el azote del narcotráfico y sus efectos en la población norteamericana, también hay que arrebatar la exploración de tierras raras en Venezuela a los chinos y expulsarlos de allí, también hay que sacarlos de la explotación de litio en la Argentina y tomar control (o al menos poder espiar) lo que hacen desde la estación de observación espacial china ubicada en la nación austral.

Esta situación apenas es reseñada por los medios de comunicación de masas, quienes aún se regodean en “el petróleo” como si en la década de los setenta nos encontrásemos. Ray Dalio, el famoso inversor de Wall Street, ha anunciado el declive del imperio norteamericano y el surgimiento de un nuevo orden mundial liderado por China. Estamos en plena pugna por definir si esto será así o si Trump logra prolongar la hegemonía de su país, esperemos que lo logre para evitar una guerra de verdad, mientras tanto acostumbrémonos a presenciar estas GUERRAS RARAS.