Geopolítica clásica en el contexto de una línea de fractura entre la civilización Islámica y Hebrea. 

En años recientes nos planteamos analizar la guerra europea utilizando para ello las herramientas conceptuales ofrecidas por la teoría geopolítica clásica y la tesis de Samuel Huntington esbozada en su obra de 1996 “El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden internacional”. La metodología utilizada nos ha permitido proyectar exitosamente los escenarios devenidos en oriente próximo a partir del colapso de la República Árabe de Siria y el régimen que la sostenía. Especialmente la relación cada vez más deteriorada entre Ankara y Jerusalén.  

Intereses en conjunto. 

La teoría matemática de los conjuntos nos ofrece una develadora imagen de cómo se han estado manifestando las relaciones de poder entre Estados cuando se trata de asuntos geopolíticos. Rivalidades étnicas, ideológicas, e incluso de creencias religiosas son hechas a un lado en función de alcanzar un interés geopolítico común. Lo vimos en el caso Armenia-Azerbaiyán (2020) cuándo Israel y Turquía apoyaron decididamente los esfuerzos de Alíyev en el Nagorno-Karabaj, la razón es muy simple: debilitar a Irán en su interés geopolítico de la zona antes mencionada. Luego ocurre de forma similar cuando ambos regímenes apoyaron, y de hecho empujaron, al colapso de la República Árabe de Siria (2024). Esta ultima un Estado vasallo de la teocracia persa y patio de operaciones militares. La consecuencia inmediata a partir de allí fue el colapso de la influencia iraní en todo oriente próximo.  

Estados rivales en términos geopolíticos.

Los proyectos geopolíticos del régimen de Teherán, antiguo Imperio Persa, aspirando a convertirse en el Estado Central del mundo islámico; así como el neo-otomanismo de Erdogan, trabajando en la reconstrucción del Imperio Otomano, y de facto hacer de Ankara el centro de la civilización islámica; encuentran a un Israel proyectándose como heredero del “Gran Israel”. Tres proyectos imperialistas que se sobreponen uno a otro y que en definitiva están destinados chocar y disputar entre sí una gran franja territorial que abarca desde Siria hasta Iraq.  

Así las cosas, Ankara y Teherán trataron de cooperar, al menos en su intención antijudía, sin embargo, elementos como su directa frontera estatal; el programa Nuclear de los Ayatollah; y el curso de acontecimientos que alejaron a Erdogan de sus aspiraciones en la Unión Europea (2010) y lo empujaron hacia las regiones turco-parlantes, de afinidad cultural e histórica; la sangrienta guerra civil Siria (2011) que favoreció a Teherán a lo largo del desarrollo del conflicto; así como la creciente influencia y rearme de los Kurdos en Siria, apoyados por Estados Unidos e Israel hicieron que desde Ankara se planteara una reconfiguración estratégica de sus planes. El punto de quiebre ocurrió gracias al enfrentamiento de rusos y occidentales en Ucrania que le permitió a Erdogan aprovechar las ventajas geopolíticas de aquella situación y proyectarlas contra los Kurdos en Siria. 

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La estrategia de Erdogan. 

 A principios de 2023 los turcos se reunieron con Iranies y rusos en Teherán para acordar sus “zonas de influencia” y la repartición de Siria, entre otras cosas acciones directas de Ankara y Teherán contra los kurdos tanto en Siria como en Iraq. Esto le iba a permitir a Erdogan carta blanca para invadir Siria, establecer alianzas con los grupos sunníes que operaban en el territorio y administrar ellos la guerra civil de ese país. De ese entramado surgió la versión turca de una “operación militar especial”. En ese punto ya la influencia iraní comenzaba a declinar dentro del tablero de juego. 

El retorno de Trump al poder, y el cambio que esto representaba en la guerra europea; pero también la deplorable situación militar de los proxis iranies en el Líbano, Gaza, y territorios del Este frente al ejército israelí, permitió a los turcos acelerar el colapso del régimen de Siria acordando para ello con los israelíes, rusos y norteamericanos el destino del régimen de Bashar Al Assad. Así lograron la expulsión definitiva de los persas de Siria y contribuyendo a la crisis de liderazgo y capacidades de los Ayatollah en todo oriente medio. 

Israel el gran enemigo. 

Con el régimen de los Ayatollah fuera de juego en Siria, presionado además por su programa nuclear, y con evidente crisis de liderazgo, toca enfrentar ahora al gran enemigo de la humanidad “El régimen sionista”. Desde la salida de Bashar Al Assad los turcos han ido escalando paulatinamente en su control total de Siria y de facto ya comparten frontera directa con Israel. Estos últimos avanzaron más allá del Golán, entendiendo el juego planteado por los turcos, y mantienen una campaña aérea permanente contra todo aquello que signifique ventajas militares que puedan ser usadas contra su territorio desde Siria.  

La retórica de Erdogan contra Israel ha sido administrada conscientemente en espera de un acontecimiento próximo a ocurrir: la destrucción del programa nuclear iraní. Los turcos entienden el peligro de un Irán nuclear que pueda recuperar todo lo antes perdido y en situación de amplia ventaja. Además, que los Ayatollah podrán ser los más beneficiados de llegar a ocurrir un enfrentamiento directo entre Ankara y Jerusalén, pues nadie sabe concretamente el nivel de destrucción mutua que alcancen a hacerse, ni está claro el cómo termina dicha campaña. Ambos Estados cuentan con similares capacidades militares. Tanto para Israel como para Turquía, el colapso final del régimen persa y su programa nuclear es indiscutiblemente necesario antes de pasar a un enfrentamiento directo entre ambos. Mientras el Irán de los Ayatollah respire, Israel y Turquía tratarán de contener su inevitable enfrentamiento. Mientras esto ocurre seremos testigos de crisis recurrentes y alta tensión entre ambos Estados. 

Conclusión.  

Israel y Turquía son dos potencias regionales que han sabido administrar sus objetivos geopolíticos en medio de una línea de fractura entre la civilización islámica y hebrea; donde una tercera potencia regional, Irán, disputaba con Turquía la influencia relativa del mundo islámico en búsqueda de convertirse en el Estado central de su civilización, donde la retórica antijudía ha constituido un papel elemental en medio de crecientes enfrentamientos, disputas, y tensiones militares en Oriente próximo y oriente medio. Elemento común entre los tres actores: la reafirmación de sus valores culturales presente en cada uno de ellos.