UNA INCLUSIÓN QUE EXCLUYE
Mucho se habla y manosea el término y concepto de inclusión en los recientes años, pero haciendo un ejercicio de honestidad, lo último que se hace es verdaderamente incluir.
Se exige con escopeta en mano que se acepten caprichos personales bajo un discurso falso de amor y tolerancia con posturas absurdas que se modifican y recrudecen con el tiempo. Caprichos estos que hacen llamar derechos o al menos eso le hacen creer a la ciudadanía.
Un discurso que se tiene que aceptar, o de lo contrario vendrán las represalias, la violencia y el verdadero rostro de quien manipula en nombre de complacencias obligatorias.
Hoy, ese lobby internacional con distintos brazos ha logrado que se acepten políticas identitarias absurdas, que de nuestros bolsillos se subsidien temas y propuestas que tendrían que ser pagados exclusivamente por los interesados, que se vulnere la seguridad de los niños, a quienes más tenemos justamente que proteger, y no hablemos del retroceso tan atroz que han tenido los derechos de las mujeres, un tema absolutamente vergonzoso e impensable, si tomamos en cuenta que han sido las mismas mujeres quienes han apoyado y promovido esto.
Un 1% de la población mundial, pretendiendo imponerse sobre el 99% restante. Un sinsentido, no importa cómo se quiera mirar. Es indiferente si usted es conservador, liberal, anarco capitalista, ateo o del Barça. Como predije un día -y nadie me escuchó- esto se trata de biología y sentido común, no de etiquetas ni de posturas políticas. Eso que llaman pensar…
Estos números no me los invento, salen de estudios muy serios que han hecho sexólogos y psicólogos que no están al servicio de esta agenda perversa y que entienden perfectamente que está ocurriendo aquí. Algo demasiado oscuro y macabro. Por suerte queda gente con integridad y valentía suficiente para hacer frente.
Vulnerables desprotegidos
Mientras unos insisten en normalizar caprichos personales, los verdaderos vulnerables se encuentran en total desprotección.
Embajadas y demás oficinas gubernamentales destinan presupuestos a empapelar de propaganda, o pintar banderas de causas personalísimas, que viene a ser lo mismo, mientras aquellos grupos por los cuales se empezó a batallar por inclusión –la verdadera- lloran amargamente ante todas las penurias que tienen que pasar.
Vivir con condiciones de salud y/o discapacidades es por sí mismo complicado, tortuoso y doloroso. Si a esa prerrogativa sumamos la hostilidad y cero conciencia ciudadana que existe en la mayoría de los países, esas realidades se convierten en pequeños infiernos personales, algo inaceptable a este punto, mucho más, cuando sí ha habido tiempo, disponibilidad y dinero para otras cosas y causas tan personales como la elección de la ropa.
Algo personal
Algo que pocos se atreven a decir de viva voz, y que por decirlo me he ganado miradas de estupor de quienes hoy me dan la razón, es que estos grupos que con tanta ligereza usan términos como fascismo, son pupilos indirectos de Joseph Goebbels, Ministro de propaganda del régimen nazi.
Se atreven desde una superioridad moral que ellos mismos se otorgan, a “cancelar”, silenciar, quebrar moralmente, desaparecer todo rastro y lo que haga falta, a aquellos a quienes no pueden convencer, dominar y obligar a cumplir sus deseos.
Estos deseos o caprichos, si hacemos una mirada honesta, son de índole estrictamente personal y que a nadie deben importar. Lo que hagan dos en su intimidad, no tiene, ni debe por qué ser del conocimiento público. Al menos para aquellos que bien no nos importan esas historias, o tenemos aún pudor. Por suerte en mi caso se trata de ambas cosas.
Las mal llamadas minorías que cacarean de tolerancia con fusil en mano, no son tal, y tampoco practican esa misma tolerancia que exigen a los demás, pero tampoco la tienen con aquellos que discrepan de ellos.
No se vale que tantos requieran tratamientos para un cáncer, para la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) entre otras muchas cosas, y nadie les ayude o saque la cara por ellos. Sin embargo, esos legisladores y políticos que se postulan a cargos para defender desde adentro sus agendas, actúan a sus anchas, mientras aquellos que dicen ser servidores públicos parece que vienen a servirse y no a servir.
Hemos dejado bien sea por miedo o falta de interés, que los necios hablen y hoy son ellos quienes dictan –por culpa nuestra- quien puede hablar y quién no.
Una vergüenza, si me lo preguntan, que no solo no puedo hablar, sino que al mejor estilo de un asalto me obligan a mí, a ti, a todos, a pagar por un capricho personal.
Delegamos en los políticos la responsabilidad de cuidar nuestras libertades, nuestras democracias y la muestra está a la vista de todos, el desastre colosal que tenemos en cada esquina del mundo.
Va siendo hora de asumir responsabilidades, y aquello de las culpas huérfanas, que sea cosa del pasado.
Visite mi website: www.jenniferbarretoleyva.com