Brexit: El primer divorcio de la UE
La activación del artículo 50 del Tratado de Lisboa, en vigor desde 2009, fue promovida por primera vez en la historia de la Unión Europea (UE) por Theresa May, Primer Ministro del Reino Unido, en marzo del 2017, el cual ratificaba el resultado del referéndum celebrado en junio del 2016; este artículo esboza el procedimiento para que un Estado miembro del bloque se retire voluntariamente del mismo en un período de dos años, prorrogables por mutuo acuerdo, para concluir el proceso de negociaciones.
Los albores del abandono de Reino Unido del bloque europeo han sido una meta política perseguida tanto por partidos políticos como por la población civil desde la década de 1970, cuando se celebró un referéndum sobre abandonar la entonces Comunidad Económica Europea, el resultado de la misma se mostró a favor de la permanencia.
Aunque en el segundo proceso de referéndum (2016), en el que una escasa mayoría votó por el abandono definitivo del bloque europeo, el resultado no fue uniforme en todo el Reino Unido; Inglaterra y Gales votaron a favor, mientras que en Irlanda del Norte, Escocia y Gibraltar apostaron por la permanencia. Esto da lugar a la posibilidad de una ruptura del propio Reino Unido, por la apuesta de estas naciones de permanecer en la Unión Europea.
La circunstancia mediante la que se promueve el referéndum es el aumento de inmigrantes –en su gran mayoría no europeos- que han ingresado por el Canal de la Mancha a hacer vida en territorio británico, tema que ha generado preocupación. A pesar de que los niveles de desempleo se han mantenido por debajo del 5%, la caída de los salarios ha sido significativa, estamos hablando de una devaluación interna debido al aumento del coste de la vida, aunado a la caída de la renta disponible para la clase media, lo cual ha producido durante años que este sector de la población -menos cualificada- se sienta amenazada por la facilidad de acceso que tienen los inmigrantes a los diversos programas de ayudas sociales promovidas por el Reino Unido.
El abandono de Reino Unido es una debacle importante para la economía de la Unión Europea, a pesar de que este no pertenece al núcleo monetario de la Unión; el Euro representa aproximadamente 17% del Producto Interno Bruto del bloque, por lo que su eventual salida desestabilizaría la economía del bloque, sin embargo, este proceso también dificultaría la economía inglesa debido a que todos los intercambios transfronterizos se verán entorpecidos y se establecerán altas tarifas arancelarias.
Negociaciones con la UE
Las negociaciones con la UE han venido generándose desde hace más de año y han sido retrasadas en numerosas ocasiones. Theresa May, Primer Ministro británico, ha desempeñado un papel fundamental batallando para evitar una salida caótica y sin acuerdos previos, lo que podría ocasionar una recesión económica y escasez de alimentos y medicinas.
May ha declarado en numerosas ocasiones que oficialmente la salida del Reino Unido será propiciada el 29 de marzo de 2019, haya o no acuerdos preestablecidos, dando cumplimiento al término de dos años de plazo que establece la ley; bajo estas circunstancias no aceptará ningún intento de bloquear el deseo democrático del pueblo, refiriéndose tanto al bloque europeo como a los ministros y legisladores opositores y conservadores rebeldes, quienes han quedado más divididos y han manifestado rechazar los términos bajo los cuales se negocie la salida.
Particularmente, un porcentaje del ala conservadora ha manifestado la posibilidad de negarse a aprobar estos acuerdos sin puntos como el tema de la frontera irlandesa y la necesidad de imponer una valla fronteriza con Irlanda del Norte –quien si sigue siendo miembro UE-, ya que de no revisarse y establecerse los controles necesarios esto dejará al Reino Unido atado indefinidamente a las reglas aduaneras de la Unión Europea, lo que dificultaría el futuro establecimiento de acuerdos de libre comercio con algunos países.
Luego de que finalmente se acordara un borrador definitivo con la Unión Europea, este debía ser debatido por el gabinete ministerial británico, de ser aprobado pasaría a votación en el Parlamento Europeo y entre los legisladores británicos, de estar ellos de acuerdo se iniciaría la transición entre marzo y 2020.
Sin embargo, la situación en el gabinete ministerial es tensa, no se cuenta con los votos necesarios para llevarlo al parlamento, a pesar de recurrentes amenazas propiciadas por May, nada parece ser lo suficientemente convincente para apoyar el acuerdo del Brexit. De momento gran parte del gobierno desea permanecer dentro la Unión Europea, bajo este precepto la Primer Ministro se ha visto obligada a detener el proceso y postergar la discusión de los acuerdos.
De lograr la aprobación ministerial, suponiendo que no se propicie una ola masiva de renuncias y abandonos del cargo, tendrá que realizar numerosas concesiones dentro del parlamento para lograr la aprobación. Tanto la salida con acuerdo, como el cargo de Primer Ministro de Theresa May se encuentran en la cuerda floja, y a solo cuatro meses del abandono definitivo el panorama se torna confuso sobre lo que finalmente pueda acordarse en referencia a este procedimiento, e incluso las peticiones son torpes e imperfectas, y quizás sean peores que la membresía en la Unión Europea.