Ciberleviatán, el tsunami digital del siglo XXI
Ciberleviatán, qué mejor expresión para explicar lo que ocurre detrás de los algoritmos, la Internet, las redes e interacciones virtuales.
El español José María Lassalle acuñe esta palabra en la portada de su último libro haciendo referencia al “colapso de la democracia liberal frente a la revolución digital” de los últimos tiempos. A su vez, devela cómo este fenómeno de naturaleza moderna con aspiraciones totalitarias impone una nueva realidad que engloba la tecno y biopolítica, la inteligencia artificial, la robótica y millones de datos que trabajan a diario para vigilar a la sociedad.
Algunos dicen que estamos en la cuarta revolución industrial, otros en la quinta, lo cierto es que hay velocidad, movimiento e innovación con propósito. El llamado “Capitalismo de vigilancia” de Shoshana Zuboff está en crecimiento ante una sociedad cada vez más desordenada y confundida. Los hombres, soberanos del planeta, han sido reemplazados por datos y algoritmos que no disponen de regulación legal o control, y cuyo trabajo es perpetuar nuevas formas de poder en todas las esferas de la vida pública.
Dentro de la Internet todo, fuera nada. Su despliegue abarca todo el planeta, es un espacio político abierto sin salida donde el mensaje permanece, se desplaza pero nunca muere. La paranoia de todo esto se encuentra en el valor de esta herramienta y su función para sistemas neo totalitarios, y en esto hacemos referencia al “Gran Hermano”, 1984, de George Orwell, donde la vigilancia eliminaba la vida pública. Aunque esto no esté en el ojo de la opinión pública y el debate político actual, los regímenes autoritarios adoran más la Internet que a sus propios funcionarios.
Al colocar la lupa sobre Venezuela observamos que después del cierre de RCTV, por mandato del expresidente Hugo Chávez Frías, aumentó la actividad del Internet en todo el país, lo que derivó en la creación de una comunidad virtual cuya audiencia se encontraba en el ciberespacio -no controlado por el entonces presidente-. En la actualidad, el uso ha sido exponencial y necesario debido a la censura selectiva y con pinzas; sin Internet el país jamás se enteraría de nada.
Hoy en día, la Internet ha evolucionado y alcanzado un nivel donde todo parece funcionar al revés. El exceso de fuentes hace que siempre aparezca la opinión que esperábamos escuchar. En una red abierta la censura es casi imposible y la opinión pública se rige por conexiones y/o sitios favoritos -sin un clima para el debate-.
Por último, y bastante importante señalar, el poder político y económico utiliza la red como su mejor caja de resonancia para dejar su mensaje en el mundo entero. En Venezuela vemos esto y más, pero en un estilo agresivo y sin un mínimo de control.
En Venezuela uno de los brazos que sostiene al régimen ha sido la aplicación de estrategias de inteligencia sobre la “Big Data”, el control, distribución y dosificación de la información. Este ha sido un tema estudiado y calculado, cuyo impacto es medido y tomado en cuenta antes de accionar en el terreno político.
El Ciberleviatán no es la élite que se mantiene en el poder, ni lo será, sino el verdadero poder que es la Internet. Los algoritmos siguen y seguirán siendo más poderosos que cualquier sistema con pretensiones autoritarias en Occidente.
Ante el tsunami digital que arropa cada vez más la vida pública y las instituciones, la ciudadanía vive en una constante adaptación a los cambios que se dan sobre las formas de hacer política y las formas de comunicación y comprensión de la información.
Actualmente no existe fuerza política capaz de detener lo que llamamos Ciberleviatán en este artículo, pero sí pudiera construirse una ciudadanía consciente que equilibre las fuerzas entre la digitalización sistemática de la vida humana y la humanización de la tecnología.