El caos y la salud mental del venezolano

La propaganda de guerra como herramienta de lucha política ha sido empleada por el gobierno venezolano desde sus inicios. El impacto psicológico al ciudadano y a sus dirigentes políticos los ha arrastrado lentamente a una encrucijada llena de incertidumbre, desaciertos y desconexión.

El efecto desmoralizador e hipnotizador de esta estrategia política ha permeado en el tejido social ocasionando cambios significativos en el comportamiento de la población, pasamos del optimismo a la desesperanza y de la acción a la sumisión-adaptación. Esta práctica no es nada nueva e innovadora y constituye una de las más efectivas para el control social.

El entorno de hostilidad se ve fuertemente reflejado en los problemas más básicos que enfrentan los venezolanos, desde obtener dinero en efectivo para realizar diligencias básicas, como la compra de un producto o pagar un pasaje de transporte público, hasta comprar pan en una panadería o alimentos en un supermercado. Si observamos en detalle la vida de un venezolano nos encontramos con que cada problema al que se debe enfrentar a diario tiene su origen en la mala conducción política, es decir, el gobierno es el responsable -en gran parte- de su mala calidad de vida.

Si analizamos el ánimo del ciudadano de a pie nos encontramos con un perfil psicológico bastante golpeado y una salud mental deteriorada. El estado de alerta permanente, la acumulación de tensiones y el instinto de supervivencia cotidiano no solo obliga al individuo a actuar de una forma diferente, extraña, agresiva, intolerante y paranoica, sino también a desarrollar un pensamiento mucho más primitivo, emocional, aprehensivo y menos estratégico.

A este punto, el desarrollo de enfermedades, trastornos y condiciones mentales aumenta por el alto grado de estrés. Mientras el entorno se llena de necesidades sin pronta solución, se acelera la pérdida del razonamiento básico y el “Locus de Control”.  La depresión, el TEPT, TOC, TAG y otras enfermedades surgen como consecuencia del ambiente tóxico en el que vivimos: aflicciones no tan evidentes a simple vista, pero bastante perjudiciales para quienes las padecen. 

Algo muy característico de este tipo de gobiernos autoritarios y totalitarios es el control social, aplicado desde la psicología de masas y la biopolítica, esta última con el objetivo de eliminar todo tipo de pensamiento crítico y estratégico a través del debilitamiento de la moral y del cuerpo humano.

La escasez de ciertos productos de la canasta alimentaria con alto grado de proteínas y vitaminas es otra de las estrategias que corresponde a una política perversa de control humano. Aunque esto sea complejo de entender debemos señalar quedesde hace años la salud del venezolano ha desmejorado significativamente por la precaria alimentación, llevándolo a padecer enfermedades o incluso la muerte.

El alto grado de incertidumbre y la dinámica de gran inestabilidad no solo deteriora la salud individual, sino que también promueve el quiebre de los grupos familiares. La agresividad, intolerancia social y maltrato se evidencia mucho más en las familias cuyos padres entran en una dolorosa decepción por la no satisfacción de sus necesidades primarias. La sumisión -en algunos casos- es la alternativa para quienes ya han tirado la toalla o simplemente se cansaron; dejarse llevar por la situación y apostar a la improvisación potencia la frustración y esta solo conduce al mal desempeño de los roles familiares y sociales. Todo un círculo de problemas.

EL caos como estrategia

El régimen sabe perfectamente que el mejor sedante para una sociedad llena de necesidades es la generación de caos, la negación al cambio y el quiebre de la moral colectiva. Cuando los medios de comunicación solo trasmiten lo que el gobierno necesita mostrar se impone por la fuerza una realidad inexistente pero que con el tiempo termina asimilándose, aquí se produce un desgaste psicológico que termina con la aceptación. La guerra psicológica siempre es creada por los operadores políticos hacia la población, no viceversa.

Cuando abordamos el impacto de la crisis política sobre la salud mental de los venezolanos nos encontramos con un prototipo específico de ciudadano que nace como consecuencia de la misma crisis. El individuo cambia tanto mental como físicamente y esto genera otros problemas de carácter social, ya que el ecosistema debe adaptarse a otros comportamientos más violentos, más emocionales y menos racionales.

El cumplimiento de una norma o ley se complica y las reglas mínimas de convivencia que sostienen todo orden social se violan constantemente. Aparece el caos y la adaptación al mismo. Es muy común ver este síntoma en la calle desde que salimos de nuestras casas hasta que volvemos, y eso llena a cualquiera de frustración. 

Las nuevas generaciones

Uno de los problemas que genera mayor impacto emocional para los jóvenes es el hecho de convivir con la incertidumbre de quedarse o irse del país en busca de oportunidades profesionales y laborales que le permitan su desarrollo personal. Ya no solo se trata de legalizar documentos, apostillar, enfrentar instituciones ineficientes y corruptas, sino de pensar en el sustento familiar a través de las remesas como modo de subsistencia. Este es un verdadero dolor de cabeza del que poco se habla, pero que genera miedo en los que se van. Algunos logran marcharse de forma planificada, pero otros huyen atados a la desesperación. 

Según los datos de la ultima encuesta de Consultores21 las razones para emigrar son las siguientes: un 63% lo hace por la situación económica, un 29% por razones políticas y un 7% para aprovechar oportunidades. La principal causa del éxodo masivo es la grave situación del país, de eso no cabe duda.

Podemos afirmar con seguridad que esta ha sido una de las peores crisis de la historia venezolana, no solo por la cantidad de cifras en rojo en materia económica, la hiperinflación, el gran deterioro de la industria, el comercio, las instituciones, la infraestructura y el tejido social, sino por lo traumático que ha sido para la población tener que vivir en carne propia los efectos de una guerra psicológica permanente y sin posibilidades claras de solución al corto plazo.

El «Top of Mind» del venezolano está contaminado por la crisis y las necesidades, solo hay cabeza para pensar en la supervivencia y en el día a día. Algo nunca antes visto en el país. Los efectos de esta situación son de alto impacto social y a largo plazo las consecuencias terminan siendo catastróficas, no solo por la falta de medicamentos para tratar el tipo de aflicciones señaladas anteriormente -como la ansiedad y la depresión-, sino por la precaria alimentación y el escaso desarrollo físico en los niños y adolescentes.

Es por esto que recalco la importancia de develar la perversa estrategia de destrucción psicológica que tiene el gobierno hacia la población venezolana, transformándola cada día en una sociedad maltratada, manipulable y sumisa para su consolidación en el poder.