El egoísmo como virtud: Venezuela y la traición a la razón

Mientras miles de venezolanos siguen huyendo del país que alguna vez fue la joya de América Latina, los culpables de su ruina aún insisten en la misma receta moral que nos llevó al abismo: sacrificio, humildad, sumisión, colectividad… y un largo etcétera de palabras vacías que han servido para justificar décadas de saqueo, mediocridad, incompetencia y criminalidad. Pero nadie quiere hablar del verdadero problema: la crisis moral. No es económica, no es ideológica, no es social. Es moral. Venezuela es hoy lo que pasa cuando una nación se entrega, sin cuestionarlo, al eje filosófico más destructivo jamás concebido: misticismo, altruismo y colectivismo.

El egoísmo (ese gran malentendido) desde que tenemos uso de razón (si es que nos la permiten usar), nos han dicho que pensar en uno mismo es malo. Que el “yo” es pecado. Que vivir para tu propio beneficio es inmoral. Pero, curiosamente, nadie cuestiona a quienes viven pidiendo que los demás se sacrifiquen por ellos. Esos sí son “virtuosos». El egoísta racional no es el tirano ni el explotador. Es el creador, el que no necesita robar ni manipular para vivir. Es el que se basta a sí mismo. Y como tal, es peligroso para cualquier régimen que quiera convertir a la población en masa obediente, sin criterio, sin voluntad, sin ambición.

Mientras tanto, por otro lado se nos vende «La religión del sacrificio» ¡si! el altruismo es la religión oficial del fracaso. Nos lo venden como bondad, pero es el instrumento moral perfecto para esclavizar al individuo. “Si no te sacrificas, eres egoísta», «Si no entregas todo, eres insensible», «Si no obedeces, eres enemigo del pueblo». etc. En Venezuela, el altruismo se convirtió en política de Estado: la riqueza está mal vista, el éxito se castiga, y la pobreza se glorifica. El mensaje es claro: si tienes, entrega; si creas, reparte; si quieres vivir para ti mismo… bueno, ahí tienes la frontera.

Esta mezcla falaz, es envasada en el frasco del «Colectivismo» y este no es otra cosa que «la dictadura de nadie y de todos» Nada más perverso que esa idea de que “todos somos uno”. Porque cuando el individuo se disuelve en el grupo, ya no hay responsabilidad, ni derechos, ni justicia. Sólo queda la tiranía del “nosotros”. Pero ese “nosotros” siempre tiene nombre y apellido: quienes controlan el grupo. En Venezuela, ese colectivismo se tradujo en expropiaciones, controles, censura, hambre y represión. Todo, por supuesto, en nombre del “pueblo”. ¿Y quién paga? El que trabaja. ¿Quién cobra? El burócrata que reparte lo ajeno con la sonrisa de quien no ha producido nunca nada.

Las atrocidades del colectivismo son mitigadas con el elixir del misticismo, un jarabe que lejos de curar es veneno, de ese que va llevando a «la muerte lenta de la razón» Cuando ya no hay lógica ni hechos, cuando la fe y las emociones sustituyen a la razón, se abre la puerta al misticismo. Y ahí todo se vale: “La culpa es del imperio”, “Dios lo quiso así”, “el espíritu del libertador nos guía”… cualquier disparate es válido mientras te desconecte de la realidad. Es el caldo de cultivo perfecto para tiranos, líderes mesiánicos y multitudes hipnotizadas e idiotizadas. Pensar es peligroso. Razonar es una amenaza, y el que duda, es traidor. Recuerden “leales siempre, traidores nunca”

¿La alternativa? «razón, egoísmo, capitalismo». Sí, es hora de decirlo sin miedo: el egoísmo es bueno, la razón es sagrada y el capitalismo es justo. No porque “ayude al pobre”, sino porque es el único sistema que reconoce el derecho del individuo a vivir por sí mismo, sin robar ni ser robado, sin mandar ni ser mandado. Es la autonomía plena junto a la responsabilidad de sus actos y decisiones. No necesitamos más caridad forzada ni más líderes redentores. Necesitamos ciudadanos independientes, que piensen, produzcan y vivan sin tener que justificarse ante ninguna masa hambrienta de sacrificios ajenos.

La Venezuela que valía la pena era la de los individuos que se levantaban temprano a construir su mundo. La Venezuela del futuro será, si queremos salvarla, la de los egoístas racionales. Los demás, los que siguen esperando milagros colectivos, pueden seguir rezando… o haciendo cola. Edúcate en la libertad, que la ignorancia se paga caro.