Estrategia de “framing” y campaña de condicionamiento

Solo un fanático o un imbécil podría seguir afirmando que Joe Biden ganó las elecciones presidenciales en los EE. UU. Muchos sesudos politólogos o consultores políticos que desprecien por completo eso con lo que se llenan la boca llamándolo “voluntad del pueblo” podría señalar lo ocurrido en ese país como una estrategia. El cuatro de febrero la revista de la progresía gringa hizo una confesión. No fue “infowars” o la emergente cadena de TV Maxnews, ¡NO! Fue la revista TIME, la que confiesa una conjura que ejecutó una serie de DELITOS para desplazar a Trump de la Casa Blanca, donde el más santo o menos oscuro es el soborno. La redactora de la nota tampoco es lo que se pueda llamar “una conservadora”. Molly Ball es la biógrafa de la infame Nancy Pelosi. ¡Sí!, esa anciana que masca la prótesis dental en cadena nacional durante los discursos del Estado de la Unión.

Los medios de comunicación masivos (con escasisimas excepciones) son EXCREMENTO, y esa idea pueril de que son los garantes de la libertad de expresión y de la información es parte de un proceso de condicionamiento al cual hemos sido sometidos durante décadas. Los medios masivos poseen AMOS, los redactores y periodistas son sus esclavos, unos esclavos contentos porque trabajan para el amo que les gusta y otros que simplemente lo hacen por hambre… porque sin su amo estarían desempleados. Todos, al menos en el mundo hispano, sabíamos lo que ocurriría cuando el principal propagandista de los medios hispanos en EE.UU decidió sacar del aire la rueda de prensa en vivo del aún presidente. Sí, claro, me refiero a Jorge Ramos, un individuo que ha hecho fortuna en EE.UU promoviendo el odio a ese país.

Hay que señalar claramente el estercolero que constituyen los medios de comunicación masivos, ya que Molly titula su extenso artículo con el conveniente nombre “The Secret History of the Shadow Campaign That Saved the 2020 Election” (La historia secreta de la campaña en la sombra que SALVÓ la elección de 2020). Y es que uno quisiera ser muy culto y refinado al tratar estos asuntos, pero HAY QUE TENERLAS DE PLOMO (las gónadas), para relatar una serie de delitos como una “salvación”. Esta práctica de alterar la verdad es muy común en el periodismo contemporáneo. Por ejemplo, si un hombre se arroja por un balcón con su hijo en brazos, el titular será “Hombre asesina a su hijo al arrojarse por el balcón con el pequeño en brazos”. Si se trata de una mujer en la misma situación: “Mujer muere con su hijo en brazos al caerse de un balcón”. Cuando lea algo, adquiera la costumbre de ver ¿en qué medio lo lee?, ¿quién escribe? Eso le ayudará a entender la redacción y lo que busca en realidad.

Haciendo gala de arrogancia, escribe Molly “The system didn’t work magically. Democracy is not self-executing” (“El Sistema no trabaja mágicamente. La democracia no se autoejecuta”). Algo así como que “tú analfabeto, tú, padre preocupado por la crianza de tus hijos… tu voto es irrelevante, nosotros los arquitectos tenemos que hacer cosas para que la democracia funcione. Así que ¡venga! Usted vote y nosotros contamos, contratamos quienes llenen papeletas, sobornamos funcionarios electorales, incendiamos el país por meses y amenazamos a las grandes empresas con saquear sus establecimientos si ustedes no votan como nosotros deseamos”. Sigue Molly:“Their work touched every aspect of the election. They got states to change voting systems and laws and helped secure hundreds of millions in public and private funding” (“Ellos trabajaron abarcando todos los aspectos de la elección. Consiguieron que los Estados cambiasen su sistema de votación y sus leyes y se aseguraron cientos de millones de fondos en dinero público y privado”). Nada… una “estrategia” electoral ¿verdad? ¡NO! Un delito flagrante. Molly además menciona recurrentemente los señalamientos que Trump hacía sobre una conspiración a la cual ella llama “teorías”. Y es que hay que ser muy cara dura para hablar de “teorías de la conspiración” relatando “la conspiración”.

Pero Molly no echa “el cuento completo”. A Trump le hicieron una campaña de FRAMING (enmarcado) y a nosotros nos condicionaron. Esa Campaña comenzó en el mismo momento en que anunció su candidatura. El framing consiste en (valga la redundancia) enmarcar al partido o al personaje dentro de una serie de parámetros negativos que son propagados de manera sistemática y repetidos hasta la saciedad: Trump el racista, Trump el misógino, Trump el dictador, etc., etc.,etc. Por otro lado, al espectador lo condicionan, no solo con el marco creado, sino además con una serie de informaciones falsas que nunca son contrastadas y cuyas fuentes son de antemano validadas. Las encuestas daban ganador a Biden por 10 puntos, por ejemplo: si Trump pierde, muchos se lo entenderán como algo normal, ya que las encuestas así lo venían reflejando. Listo, muchos fueron condicionados.

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Desde el mismo 2016, cuando Trump ganó las elecciones, el dueño del partido demócrata, George Soros, afirmó: “Trump es un fenómeno pasajero, que no permanecerá más de cuatro años” La conspiración no inició cuando Molly lo señala, comenzó mucho antes, y es que a los amos del planeta no les convenía un Trump al frente de la Casa Blanca. Él (Trump) fue el obstáculo entre las élites globales y sus pretensiones durante los últimos cuatro años. Hoy esas élites nos anuncian con bombos y platillos sus intenciones desde el foro económico de Davos ante la incredulidad de los más sesudos (los mismo que se llenan lo boca hablando de “la voluntad del pueblo”) y la ignorancia de la mayoría que ni siquiera se da por enterada de lo que se avecina. Muchos pensarán que Trump debió ser más moderado, más “político”, pero la verdad es que ¡no podía serlo! Él tenía que ser así, ya que sabía a qué y a quienes se enfrentaba. Aunque, sin duda, llegó a subestimarlos, con las consecuencias que ya conocemos.

Hay tres cosas que los analistas tienen muy calladas, pese a que siempre apelan a patrones recurrentes en las elecciones norteamericanas para explicar los probables resultados: 1. Todo presidente que se presenta a la reelección y aumenta su votación previa, gana: Trump pasó de 63 a 75 millones de votos. 2. El incremento del número total de votos fue totalmente atípico: de entre 120 y 130 millones de votantes se pasó a más de 160 millones. 3. Los candidatos más populares del partido demócrata (Obama y Hillary) alcanzaron un tope de 69 millones de votos (Obama en su primera elección contra McCain). Le pregunto: ¿cree usted que Joe Biden superó a Obama o a Hillary en popularidad entre los demócratas? Estoy seguro de que su respuesta es NO.

Trump GANÓ las elecciones, y lo saben los congresistas y senadores republicanos que no impugnaron los resultados electorales el 6 de enero en la sesión del congreso. De hecho, pasado el ridículo e inverosímil episodio del “asalto” al capitolio (tan ridículo que Alexandría Ocasio se inventó un drama en torno al hecho) y reiniciada la sesión, lo que dijeron fue “en vista de lo ocurrido”, es decir, “en vista de lo ocurrido, no haré que lo debo hacer”. Y es que “lo ocurrido” fue la excusa, lo cual no significa que los resultados hayan sido amañados, como la propia Molly relata en su crónica de “salvación de la democracia”. El escritor español César Vidal (quien no es santo de mi devoción) hace un resumen sumamente exhaustivo de los hechos del 6 de enero en su editorial de ese día en su canal de Youtube. Les sugiero escucharlo para que entiendan que en efecto ¡nada es casualidad!

Lo que ni siquiera los más fanáticos entusiastas del partido demócrata pueden negar es que Trump obtuvo 75 millones de votos REALES, y que su gobierno ha sido uno de los mejores de la historia de los EE.UU. No solo en el aspecto económico. Su consigna “Make America great again” estuvo a punto de concretarse. Lamentablemente,a un sector político importante en ese país no le interesa tanto la grandeza del país como la de sus bolsillos, y peor aún, la capacidad para controlar a incautos, lo que en definitiva somos cada uno de nosotros. En lo sucesivo veremos el desmoronamiento de EE. UU de la mano del partido demócrata y, con ese evento, el declive de la civilización occidental (si no me cree, lea a Samuel Huntington).

Entonces ¿todo está perdido? ¡no! Esos 75 millones de personas aman a su país y están enojados. El gobierno de Biden pasará el tiempo que dure suplicando al país que “lo quieran”, como en ese episodio de su precaria campaña, cuando entró a un restaurant y nadie le prestó atención. Cuarenta órdenes ejecutivas firmadas en apenas quince días de gobierno demuestran que su única forma de actuar será la imposición, así que veremos cuanto les dura.

Lo más peligroso de esto es que la democracia como la conocimos falleció o está dando sus últimas pulsaciones de vida. Lo que ocurrió en EE.UU ocurrirá en todo el planeta, las elecciones serán simplemente un placebo con el cual nos harán creer que “el pueblo decide”, y los mismos que conspiraron para sacar a Trump del poder, pondrán a sus monigotes donde deseen (sino me creen, pregúntenle a Pedro Sánchez). Al menos Molly, en su crónica de la conspiración, admite: “En cierto sentido, Trump tenía razón”.