La renuncia a la libertad

Varios meses han pasado ya desde la primera vez que tuvimos noticias sobre el COVID-19. Al principio parecía una realidad ajena a la nuestra, tan distante de nuestro entorno social.

De un momento a otro descubrimos que el virus proveniente de China sí representaba una amenaza para nuestra realidad. Fue demasiado tarde. La mayoría de los países siguió las recomendaciones dictadas por la Organización Mundial de la Salud.

Con temor al virus y con la zozobra de las consecuencias económicas, se decidió aislar a la población. En aquel momento (apenas unas semanas atrás) parecía lo más prudente, lo más adecuado, lo más confiable.

La población sucumbió ante la crudeza de los videos que llegaban de todo el mundo. Imágenes que sin duda quedaron grabadas en las mentes de millones de ciudadanos. El pánico por fin se apoderó de todos.

Día tras día aumentaba la cifra de muertos, era como estar viviendo dentro de la trama de una película apocalíptica. Seguíamos un guión catastrófico que más de una vez nos hizo sentir nuestra fragilidad humana.

Sin embargo, lo peor estaba por venir. Poco a poco los gobiernos tomaban decisiones más autoritarias ante el avance del virus; en Perú podía verse al Ejército vigilando las calles y amenazando a la población que mantenía abiertas sus ventanas; les recordaban que tenían autorización para dispararles. En España la Guardia Civil arrestaba a gente que salía a correr en solitario. En Italia multaron a un sacerdote que oficiaba misa vía internet, acompañado apenas por un par de personas.

Las cosas comenzaron a volverse turbias. Había muchas incongruencias, muchos datos que luego eran desmentidos y después vueltos a poner en práctica. Cubrirse la cara era válido un día sí y al siguiente informaban que era inútil.

Lógicamente, comenzaron a surgir teorías paralelas, algunas de ellas descabelladas, pero lo que era indudable es que cada vez eran menos certeros los informes oficiales.

Tedros Adhanom, director general de la OMS, había anunciado confiado que China había contenido al virus. Después elogió al gobierno comunista reconociendo que habían hecho una gran labor. A pesar de ser el epicentro, los muertos en China fueron apenas 4633. En Estados Unidos la cifra asciende a casi 75 mil fallecidos.

El presidente Trump lanzó un tuit donde hizo una interesante pregunta ¿Por qué China prohibió los viajes dentro de su territorio y no los viajes hacia el exterior? Una incógnita que quizá logre resolverse con el tiempo.

Suecia decidió ignorar las recomendaciones de Tedros, sus locales permanecieron abiertos. El 28 de marzo, el sitio web de la BBC reportó que en Suecia las escuelas para menores de 16 años seguían abiertas, al igual que los gimnasios e incluso las tiendas de ropa. Un escenario verdaderamente inimaginable para quienes nos encontramos aislados en nuestros hogares. Hasta la primera semana de mayo, Suecia reportan apenas 2941 muertes.

Cada vez son más los expertos que señalan que en los espacios abiertos y bien ventilados el contagio es menor. También señalan la necesidad de tomar baños de sol para activar la vitamina D en el organismo y con ello fortalecer el sistema inmunológico.

Sin embargo, se sigue optando por la opción del pánico. No deja de ser remarcable que los mismos medios que han manejado agendas progresistas como los movimientos abortistas y los ataques cotidianos a las figuras relevantes del conservadurismo como Trump y Bolsonaro, son quienes se empeñan en mantener el miedo en la población.

Cuando parece que al fin se alcanza a ver la luz al final del sendero, estos medios especialistas en propaganda progresista vuelven a encender la llama del terror: “levantar el aislamiento demasiado pronto generará un rebrote”, “habrá una segunda ola del virus en octubre”, “el virus sobrevive horas en el aire”, “el virus resiste al calor”….y un enorme etcétera de frases destinadas a causar pánico.

Los que hace unos meses nos repetían que es un derecho asesinar embriones humanos, hoy nos dicen que hay que salvar vidas quedándonos en casa aunque se arruine la economía de la nación entera.

No parece fortuito que alguien pueda ser arrestado por asistir a ceremonias religiosas o por abrir su restaurante, pero no por ir a un supermercado abarrotado de personas buscando víveres. Es absurdo, pero real. Hoy es más delincuente quien sale a trotar por la mañana, que quien comete homicidio.

En este juego mental estamos todos absortos. China está exportando algo más que insumos médicos, está exportando su modelo ideológico y de control estatal. Se han llegado a proponer modelos en los que los ciudadanos tengan que ser monitoreados mediante sus teléfonos móviles día y noche para saber a dónde van. El sueño del socialismo; control total sobre el individuo.

Todo parece indicar que nuestras sociedades tendrán que elegir entre el miedo y la vida. Tendremos que volver a salir de la caverna a pesar de no poder controlar las fuerzas de la naturaleza. Tendremos que ser intrépidos, aunque no imprudentes. Y sobre todo, lo más difícil, tendremos que aprender a dilucidar qué es verdad y qué es mera estrategia geopolítica.