Sicariato 3.0 – Parte II –
“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”
Voltaire (1694 – 1778). Filósofo francés.
Retomando la idea de mi anterior artículo, no hallé una mejor forma de hablar del sicariato 3.0 y su parecido al acto de desaparecer a alguien por encargo, que comparándolo con una práctica del antiguo Egipto.
La palabra tiene una gran influencia, nuestros ancestros transmitían sus historias de generación en generación de forma oral y mediante jeroglíficos, así fuimos evolucionando. La forma de comunicarse se fue diversificando y en eso los egipcios consideraron que la palabra tenía un enorme poder. Ellos eternizaban a sus reyes en suntuosas tumbas llenas de tesoros y en minuciosos registros escritos, como una forma de conservar su memoria, si su registro era destruido, la persona dejaba de existir para siempre. Pero ¿a qué viene este corto relato con el tema que hoy nos atañe?
En el antiguo Egipto, Akhenatón, décimo Faraón de la Dinastía XVIII, sufrió ese destino, su registro y nombre fue borrado en un intento por aniquilarlo acusado de herejía por los sacerdotes de Amón, una especie de sicariato póstumo, tal como lo presenciamos actualmente en redes sociales. Se está llevando a cabo la censura y hasta la eliminación sistemática de usuarios que manifiestan abiertamente su oposición hacia las ideas de izquierda, esto en un intento de eliminar su influencia sobre los ciudadanos comunes.
Ahora la opinión es «viral»
En la política la palabra es la principal herramienta, la misma puede ser tan inspiradora como mortal, usada de forma correcta mueve masas y unifica voluntades, ese poder e influencia ahora está presente en cada usuario que tiene el poder de increpar a sus políticos y burócratas a través de las redes sociales, a diferencia de épocas anteriores de nuestra historia, el ciudadano común tiene ahora la capacidad de hacer llegar su opinión e incluso hacerla viral.
Las redes sociales son un fenómeno relativamente nuevo, en 1997 se crea la primera red social llamada SixDegrees, pero el éxito se cristalizaría con Facebook, plataforma creada por estudiantes de Harvard University en 2004, quienes con esta iniciativa buscaban una forma de comunicarse entre ellos. Este emprendimiento tuvo un vertiginoso crecimiento al igual que otras redes que nacieron para tomar un trozo de la preciada torta llamada “Libertad de Expresión”.
Solo para tomar conciencia del tamaño e influencia de las redes, les daré algunas cifras extraídas de Hootsuite en su informe de enero de 2019, que expone a Facebook como un país con 2.271 millones de habitantes, seguido por YouTube con 1.900 millones, Instagram 1.000 millones y Twitter 326 millones. Solo esta última tiene la cantidad de usuarios comparable con la cantidad de habitantes en EE.UU.
Sin embargo, lo realmente preocupante es que estos países digitales están gobernados por personas con una determinada ideología, y muy lejos de defender de forma imparcial la libertad de expresión de sus habitantes, los aniquilan al mejor estilo antiguo Egipto, silenciando y hasta borrando a los usuarios.
El selectivo sistema de denuncias
En este punto la corrección política ha tomado un rol determinante, la izquierda se ha visto contrariada ante un gran número de usuarios con un despertar antisocialista, y en su incapacidad de debatir ideas se encuentra tomando medidas dictatoriales y ha puesto al servicio de la progresía mundial, con gran diligencia, el sistema de denuncias. Si bien vemos que muchas pueden ser de utilidad para combatir grupos terroristas, pedófilos, xenófobos y otros flagelos, el sistema es utilizado por grupos organizados y laboratorios para desaparecer a usuarios con influencia de la escena.
Su modus operandi es conducir al usuario objetivo a responder de forma visceral ataques de diversos bots y usuarios pagados; asimismo, estos sicarios 3.0 hacen de cualquier argumento una fobia, podemos encontrar un gran crisol de ellas: islamofobia, homofobia, xenofobia, lesbiofobia, transfobia, gordofobia, etc.
La victimización extrema es tomada como la excusa perfecta para que estas minorías se alcen con derechos especiales por encima del resto y que estas plataformas eliminen sin mayor explicación que calificar al objeto del ataque como “amenaza para la humanidad por incitar al odio”.
Lo más paradójico es el doble estándar de estos procedimientos, en donde vemos un caso como el de la representante conservadora Marsha Blackburn bloqueada por postear contenido Provida, versus una periodista como Mara M. Elwadia que publicó una frase de Hitler seguida de una opinión claramente discriminatoria en contra de los judíos, pero a ella no le pasó nada, a pesar de la enorme cantidad de denuncias; vale acotar que ambas cuentas son verificadas en twitter.
Con la vara que midas…
Es en este punto de la historia cuando me pregunto, ¿tanto miedo tiene la izquierda al despertar de la gente? ¿Se habrán quedado sin argumentos que tienen que usar, no solo los medios tradicionales para difamar a quienes les adversan, sino también tienen que aplicar sicariato 3.0 a personalidades públicas de derecha y a ciudadanos comunes?
Queda demostrado que muchas veces los “defensores de las revoluciones sociales y por justicia”, como en su época fue Maximilien Robespierre, terminan siendo jueces y verdugos que desatan reinados de terror, lo que no debemos olvidar es el final de ese tipo de personajes, ya que con la vara que midas serás medido.
Aquí culmino, o no, quizás esta historia tenga una nueva parte, veamos cómo se desarrollan los acontecimientos y si a ustedes les apetece, a mí también podría interesarme seguir hablando de este tema.