El fracaso de la DEMOCRACIA Parte II

LA OPINIÓN PUBLICA Y LA OPINIÓN PUBLICADA

Umberto Eco (a quien nadie puede señalar de ser un peligroso fascista) señaló que “las redes sociales habían dado voz a legiones de imbéciles” y son esos los que, apoyados en una opinión publicada sesgada, moldean las mentes, las conciencias y el voto de nuestras sociedades.

En el artículo anterior abordamos de forma general las múltiples razones por las cuales la democracia ha fracasado (y continuará fracasando) hoy comenzaremos a profundizar en este tema, pero antes de adentrarnos en el tema, es necesario hacer un ejercicio de honestidad intelectual. Quienes vivimos en eso que aún nos esforzamos en llamar “occidente” hemos sido objeto de una campaña sistemática de condicionamiento; nadie o muy pocos conciben la posibilidad de vivir fuera de un sistema “democrático” quienes como los venezolanos hemos perdido la libertad, pensamos inmediatamente que fue a causa de la perdida de la democracia; pero haciendo una interpretación radical, fue precisamente la democracia lo que nos trajo a Chávez y las consecuencias es por todos conocida. Es bajo el pretexto de la democracia que los separatistas vascos, catalanes y gallegos pretenden balcanizar España en nombre de un presunto derecho de “autodeterminación”, fue la democracia lo que permitió a Daniel Ortega entronizarse en Nicaragua. La democracia permitió que un convicto como Lula Da Silva optase y ganase nuevamente la presidencia del Brasil como es la democracia la que permite procesos judiciales contra Trump o Bolsonaro, acompañada del linchamiento en medios de comunicación pese a que aún no se celebran juicios ni hay sentencia; en el caso de Lula no hubo linchamiento mediático ni antes ni después de la sentencia. No pretendo proponer una dictadura como alternativa a la democracia, aunque en realidad todos hablan de dictaduras, pero pocos saben definirlas, simplemente trato de señalar severas deficiencias, de hacer un diagnóstico, ya que nada se puede mejorar sin primero tener claro en que está fallando.

LA OPINIÓN PUBLICA Y LA OPINIÓN PUBLICADA

 Para comenzar, la democracia no es un invento de los griegos, al menos no lo que hoy llamamos democracia; Aristóteles habla de democracia en su taxonomía de las formas de gobierno, era un privilegio reservado a los filósofos y los productores de bienes y servicios, excluyendo del derecho a elegir a mujeres y esclavos; además, comparar la democracia de la polis griega, cuyos debates discurrían en el ágora, en reuniones muy pequeñas y limitadas con la complejidad del mundo moderno es un completo absurdo.

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 Lo que hoy pretendemos sea la democracia tiene un origen más reciente en el nacimiento de los Estados Unidos de Norteamérica, Alexander de Tocqueville dedicó un libro completo al surgimiento de la democracia norteamericana, contrario al idílico relato que escuchamos sobre las virtudes de la democracia que describe Tocqueville en este libro, hace señalamientos muy fuertes desde el principio – Hay muchos hombres de principios en ambos partidos en Estados Unidos, pero no existe ningún partido de principios. La salud de una sociedad democrática puede medirse por la calidad de las funciones desempeñadas por los ciudadanos privados. Los estadounidenses están tan enamorados de la igualdad que preferirían ser iguales en la esclavitud que desiguales en la libertad. – según el autor, ya en aquel lejano siglo XVIII, los recipiendarios de la democracia preferían ser iguales, aunque esclavos. Como forma de avivar las diferencias los padres fundadores promovieron activamente la actividad de la opinión, Thomas Jefferson fue un férreo defensor de la libertad de expresión – La Fuerza de la opinión pública es irresistible, cuando se le permite expresarse libremente – es una de sus más célebres frases sobre el tema. La joven república adoptó su primera enmienda a la constitución en 1791, donde se protege la libertad de expresión y religiosa, esta protección permitió intenso debates durante años, que dieron forma a lo que fue (si, fue) por mucho tiempo los EE. UU. permitió la aprobación y posterior derogación del aborto, la promulgación de la ley de “intereses especiales”, generó un muy prolongado sistema bipartidista donde unos y otros podían simpatizar siempre con discrepancias que han ido perfilando el carácter de esa democracia.

ENTONCES ¿QUÉ HA CAMBIADO DESDE ENTONCES?

En este punto usted se preguntará ¿Qué tiene esto que ver con la democracia y la opinión pública? Y la respuesta es más que evidente. Un estudio divulgado por el Think Tank “Prager University” un año después de las elecciones de 2016, demuestra cómo es espectro ideológico de la izquierda se ha ido radicalizando en los EE. UU. entre 1994 y 2014, esto ha desplazado de toda la estructura discursiva creando un entorno más homogéneo, menos diverso que incluso ha derivado en prácticas como “la cultura de la cancelación”. En España el filósofo Miguel Ángel Quintana Paz, llama a este fenómeno “PSOE State of mind” un estado mental insertado deliberadamente por los agentes generadores de opinión (opinión publicada) donde todo lo que esté fuera del marco impuesto es susceptible de ser sentenciado, censurado y sepultado, cuando menos arrojado al ostracismo.

El grave error en el que solemos incurrir es pensar que la opinión publicada no altera la opinión pública y si bien ambas pueden divergir, la primera afecta y va condicionando la segunda. La opinión publicada, con sus grandes terminales mediáticas, controladas por gobiernos o al menos subvencionadas por estos; o receptoras de publicidad asociada a empresas que comparten intereses políticos con los gobiernos; sean televisoras, radios, portales digitales o periódicos impresos, presionan al espectador hasta hacerlo creer que lo que publican es cierto o hacerle temer en caso de oponerse a lo que publican, nunca antes en la historia la verdad había estado tan censurada en el debate público, nunca antes discrepar había sido tan penalizado, y en efecto penalizado porque ese nuevo “State of mind” (que comparte premisas en casi todo occidente) termina apelando al poder punitivo del Estado para penalizar la disidencia.

UNA OPINIÓN UNIFORMADA NO REFLEJA LIBERTAD

Esta homogeneización, modelado y condicionamiento del pensamiento y de la opinión es la que lleva el elector a la hora de votar, si entre el condicionamiento y el miedo generamos votantes homogéneos, los resultados serán siempre los mismos. Cuando el debate público se rompe y sentamos en una mesa a generadores de opinión que fingen discutir, que únicamente, discrepan en perspectivas, o defienden intereses partidistas sin abordar el eje central de los temas que discuten, no hay nada que esperar del próximo proceso electoral y nuevamente estaremos demostrando que la democracia ha fracasado.

 Esta maniobra de homogeneización del pensamiento, tiene sus raíces en los trabajos del Italiano Antonio Gramsci, de principios del siglo XX, Gramsci se planteaba llevar adelante la “dictadura del proletariado” no por la toma de los medios de producción como había planteado Marx, sino por la toma de las superestructuras (medios de comunicación y educación) esta idea sería tomada posteriormente por la Escuela de Frankfurt y más adelante Foucault, De Beauvoir y por el argentino Ernesto La Clau.

 Uno de los peores errores en los que incurre la democracia contemporánea es convencer y reiterar a la masa que “La voz del pueblo, es la voz de Dios” (frase repetida hasta el cansancio por Chávez, por cierto) una sociedad convencida de que está “muy informada” no necesariamente está “bien informada” repleta de carencias argumentales y de elementos mínimos de análisis, las sociedades contemporáneas, pagan impuestos y no saben en qué se gastan (por ejemplo) tenemos sociedades más parecidas al “hombre masa” de Ortega y Gasset, esa del hombre inculto, tosco y basto, que se sentía con derecho a opinar e intervenir, así su opinión fuese una estupidez. Umberto Eco (a quien nadie puede señalar de ser un peligroso fascista) señaló que “las redes sociales habían dado voz a legiones de imbéciles” y son esos los que, apoyados en una opinión publicada sesgada, moldean las mentes, las conciencias y el voto de nuestras sociedades, pero de la masificación de la estupidez y las redes sociales hablaremos en una próxima entrega de “El fracaso de la democracia”