El libre mercado necesita una derecha dura

En elecciones, por lo general, el padrón comprende ciudadanos entre 18 a 44 años de edad. La generación Z se encuentra entre 1995 y 2015, indica que para la fecha son los votantes más jóvenes, desplazando a la generación X, los también llamados Millennials.

Desde que Trump entró en contienda electoral, el mundo de la comunicación política cambió y se volcó hacia el predominio en las campañas de aire que -hechas correctamente- conquistan el voto de esta generación.

Comúnmente, para darle forma a la propuesta del candidato se debe hacer un sondeo en el que se obtiene la siguiente información:

  • ¿Qué quieren?
  • ¿En qué creen?
  • ¿En dónde están?
  • ¿En qué piensan?
  • ¿En qué sueñan?

De acuerdo con un artículo publicado por Forbes, la generación Z se compone de jóvenes muy autosuficientes, criados por la Internet; creen que se adaptan a todo y esto les da un aire de soberbia. El 72% espera ser sus propios jefes por lo que no acatan órdenes, su tiempo de atención es más reducido que el de los Millennials (alrededor de 8 segundos) y son muy reservados, por lo que prefieren aplicaciones más privadas como Snapchat, Secret o Whisper.

La generación Z es más audiovisual, por lo que el dicho “una imagen vale más que mil palabras” se convierte en “un vídeo vale más que una imagen y mil palabras”. El candidato no es solo cercano al mostrar contenido interesante y atractivo, sino que también debe interactuar y debe contestar en las redes sociales. El poder de acercamiento de las redes es muy explotable, sin llegar a sobreexponer la privacidad o imagen del candidato (spam).

Otra pregunta muy importante: ¿Se conoce el aspiracional de la generación Z? Lo deseado por los jóvenes es de vital importancia para ganar su voto.

@YorbisEPLos economistas argentinos, Adrian Ravier y Nicolás Cachanosky son autores del ensayo Una propuesta de reforma monetaria para Argentina: dolarización flexible y banca libre. El trabajo describe la situación de la economía en Argentina y brinda una serie de brillantes soluciones para colocar a la nación gaucha en la ruta del progreso. Soluciones que pueden ser tranquilamente aplicadas en otros países de la región, pues toda América Latina tiene los mismos problemas: déficit fiscal, inflaciones crónicas, impuestos abusivos y mercados cautivos.

Las reformas económicas propuestas en el ensayo se componen de cuatro fases.

  1. Reducir el déficit fiscal, pero no incrementado impuestos, sino reduciendo gastos, cerrando oficinas improductivas y cortando subsidios.
  2. Eliminar la moneda nacional y adoptar una dolarización flexible, es decir, el dólar competiría con otras monedas como el euro, la libra esterlina o el yen japonés.
  3. Cerrar los bancos centrales y devolver los reservas internacionales a la sociedad civil, sus únicos y legítimos dueños.
  4. Liberar el mercado bancario para que los bancos privados entren en una sana competencia con instituciones financieras de diferentes partes del mundo. La libre circulación de capitales reducirá la tasa de interés y ampliaría el caudal de inversiones en otros sectores de la economía.

Estos brillantes economistas nos muestran la ruta de salida, pero no tomaron en cuenta algo ¿Cómo aplicar esas medidas en un continente gobernado por socialistas de diferentes tonos?

Para que estas medidas puedan aplicarse se necesitan dos cosas: primero, tomar el poder, y segundo, mano dura para gobernar.

Para ganar elecciones se necesita un “fusionismo” entre dos corrientes de derecha que, tontamente, viven enfrentadas entre sí: el conservadurismo político y el liberalismo económico. Esa unidad de la derecha explica los éxitos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher en los 80, y los recientes triunfos de Donald J. Trump y Jair Bolsonaro.

La izquierda toma con calma las derrotas, cuando sale del poder se atrinchera en la oposición y desde ahí lanza sus dardos desestabilizadores. Las marchas, los cacerolazos y las protestas callejeras son las formas que usan los socialistas para tambalear a los gobiernos de turno, y la única manera de contenerlos es con un gobierno fuerte que no tenga miedo en combatir a estos piratas de la política. Ya lo decía el gran Noberto Bobbio: “La dictadura puede ser el único camino para frenar una tiranía”.

Si América Latina mantiene su espíritu conservador, abraza el espíritu capitalista y tienen gobiernos decididos a poner freno al socialismo, tendrá lo que EE UU tuvo durante el siglo XIX: orden, paz y trabajo.