EL PROBLEMA DE LAS OLIGARQUÍAS DE HIERRO DE ROBERT MICHELS A 114 AÑOS DE SU PUBLICACIÓN

Robert Michels, publicó en 1911 “La Ley de las oligarquías de hierro” su trabajo era el resultado de observar los partidos de izquierda, a los cuales se dedicó a observar; según sus observaciones, estos partidos de izquierda funcionaban bajo la tutela de una “oligarquía de hierro” constituida por su cúpula dirigente. Pese a que hablaban y proponían sistemas más democráticos y abiertos, Michels afirma que eran iguales o peores que los partidos de corte conservador.

Cien años después, las cosas no han cambiado mucho, en cuanto al funcionamiento de los partidos se refiere, especialmente en Europa, donde de norte a sur y de este a oeste, los partidos políticos sin importar su raigambre ideológico, son más parecidos a un club de oligarcas que se agrupan con fines políticos, no importa si se trata del PP Español, la UCD Alemana o Fratelli de Italia, los liderazgos políticos (más bien jefaturas) se conforman en torno a un poder económico con aspiraciones políticas, los representantes en el congreso, no han pasado trabajo (sin duda debe haber excepciones) y en particular las directivas de los partidos son domos de acero inamovibles, que duran décadas en esos puestos sin encontrar quien increpe sus resultados, ya sean estos partidos en funciones de gobierno, o partidos de oposición, así se entronicen como oposición y sus resultados electorales sean desastrosos. Porque sí, en política no hay sub campeones, el que queda segundo es el primer enano del circo y el que queda tercero el segundo enano más grande del circo y así sucesivamente.

Un partido nuevo, también nace en torno a una oligarquía de hierro, en ocasiones se generan una serie de expectativas en torno a lo novedoso, hasta que lo novedoso pasa a ser parte del panorama, si Javier Milei en la Argentina, hubiese perdido las elecciones que lo llevaron al poder, su partido LLA (La libertad avanza) se habría convertido en uno más del paisaje o se hubiese disuelto; Milei logró ganar y aprovechó que por un lado el establishment lo subestimó y por otro lado supo aprovechar el factor sorpresa en una ofensiva arrolladora. Precisamente le subestimaron por no poseer una estructura partidista solida que movilizase a la población en las regiones y municipios. La verdad es que no le hizo falta, ahora desde el poder está conformando sus cuadros.

Todo partido político nuevo MUERE, en sus estructuras de costo, la oligarquía fundadora, tiene que colocar a una serie de allegados dentro de la estructura, estos cobran sueldos y por lo general no trabajan, sin embargo, son inamovibles, allí se quedan, se constituyen en el entorno del jefe supremo y nunca le dirán “lo estás haciendo mal”, nunca lo harán, porque la estructura de costos de partido y los integrantes de la oligarquía de hierro, entran en un sistema simbiótico, saben que es así pero romper esa simbiosis supone el riesgo de “perder los garbanzos”, así que el entorno “cuidando sus garbanzos” absorben al jefe, llevándolo por un barranco que lo distancia del pueblo al cual debería servir.

Al final, estos partidos nuevos sencillamente desaparecen, cuando la oligarquía y en particular su jefe, se divorcia de la masa (absorbido por su entorno) las expectativas creadas en torno a la novedad, se van disipando, el jefe del partido pasará al ostracismo, como le ocurrió a Pericles en Atenas, no se trata de que la masa sea ingrata, es simple naturaleza humana. Suelo utilizar un ejemplo bastante escatológico pero efectivo para metaforizar esto; un hombre infiel a su esposa, tiene dos opciones, o le dice a la querida que es solo eso (la querida) o la engaña diciéndole que ha de abandonar a su mujer y sus hijos para estar con ella. En el primer caso el nivel de expectativas es mínimo, en el segundo la tercera en la relación tiene elevadas expectativas; cuando llega el día en el que el infiel se sincera con su amante y le dice – no voy a dejar a mi familia – estalla el caos, los sentimientos de rabia y frustración se mezclan, generando situaciones en las cuales se rompen ambas relaciones, y el señor infiel se queda “sin el chivo y sin el mecate” sin la querida y sin la familia. Esa no es una lección de ciencias políticas es simplemente la misma naturaleza humana que opera en la política y en las relaciones interpersonales.

Volviendo a Robert Mitchels, si bien el funcionamiento oligárquico de los partidos sigue siendo el mismo a izquierda y derecha del espectro político y pese a que la naturaleza humana sigue siendo la misma, lo que si ha cambiado definitivamente es la sociedad en la cual se insertan los partidos de hoy. No importa si es la Italia de Meloni, la España de Sánchez o la Venezuela de Maduro, las sociedades son mucho más grandes, poseen más formas de comunicarse y relacionarse, el número de demandas sociales son mayores y más urgentes y la democracia se ha popularizado mucho más de lo que estaba en aquel 1911 de la obra de Mitchel. De modo que “las oligarquías de hierro” tienen mucho menos margen de acción y su precariedad democrática está más a la vista.

Tanto más prediquen su vocación democrática, tanto más en evidencia quedaran sus prácticas totalitarias, porque en efecto, las oligarquías de hierro más que autoritarismo, ejercen totalitarismo, al extremo de sacrificar a los mejores hombres en sus filas, por tan solo exigir algo de “democracia interna”, sus cabezas son exhibidas en picas ante el resto de la militancia para que sirva de castigo ejemplarizante, la cúpula frota las manos con la sangre del sacrificado y la militancia obedece aterrorizada – aquí mando yo, y si te he visto no me acuerdo –

Luchar contra las oligarquías de hierro es utópico, es una batalla estéril, en realidad esas oligarquías son necesarias, como más que necesario URGENTE es que esas oligarquías entiendan que tienen que cambiar sus prácticas. Las oligarquías de hierro deben entender, que los tiempos han cambiado, que su permanencia al frente del partido depende de que el partido en efecto exista y que su existencia depende de que el partido se alimente de militantes, afiliados y simpatizantes en los niveles más bajos de organización comunitaria y política, como lo son los municipios. Un partido sin estructuras solidas a nivel municipal, no tendrá un líder provincial y mucho menos estatal o autonómico, la pirámide que sostiene la cúpula no existirá y el peso de la cúpula terminará aplastando a todo el partido, en ese momento todos correrán en bandada, dispersos.

Generar liderazgos con arraigo local, es vital, y en la cúpula deben entender que no todos quieren ser presidentes de gobierno o presidentes del partido, las aspiraciones de cada miembro dentro de la estructura, deben ser gestionadas por la cúpula, en periodos no electorales, eso le permitirá al partido llegar a las elecciones con una conciencia cierta de cuál es su poder territorial real y de qué metas debe perseguir para poder ganar, ya que les recuerdo que, en este oficio NO HAY SUBCAMPEONES. En dos freses, las oligarquías de hierro deben implementar un patrón de carrera dentro de la organización, ese patrón de carrera claramente definido, es el sistema en el cual todos gestionan sus expectativas, garantizando que el partido se siga nutriendo en sus bases y que las oligarquías de hierro se renueven oportunamente, eso también garantiza la longevidad de la organización.

Ciento catorce años después de su publicación, la “ley de las oligarquías de hierro” de Robert Michels, sigue teniendo vigencia, pero ¡CUIDADO! Tiene vigencia el ¿qué? No el ¿Cómo?, no se han de ganar elecciones dando discursos grandilocuentes desde la tribuna del congreso o haciendo entrevistas en canales de televisión, las elecciones se ganan con gente a la que debes llagar de muchas formas, pero la forma más importante es su vecino, hasta tanto no comprendamos eso Robert Michels y sus oligarquías seguirán viviendo en el tiempo, sin esfuerzo y sin problemas.