El yerno (holgazán) de Marx

 A pesar de los enormes e incansables esfuerzos que hacen los izquierdistas por enaltecer la imagen de Marx, no han logrado ocultar su pasado de holgazanería y vicios. Marx fue un burgués que vivió del dinero de otros. No sabía lo que era ganarse el sustento diario con el sudor de frente.

Esto no es una novedad para cualquier persona que se haya zafado del adoctrinamiento de las escuelas públicas. Quienes preservan su mente de la nefasta ideología marxista conocen de sobra las incontables contradicciones que ésta expone.

Desde Marx hasta los teóricos posteriores, así como también los izquierdistas de la actualidad, han hecho de la incongruencia su más valioso estandarte.

Dentro de ese exclusivo grupo de zalameros perezosos encontramos una figura poco analizada: Paul Lafargue. Nacido en Santiago de Cuba, cuando la isla todavía formaba parte de la monarquía española, Paul contrajo matrimonio con Laura, la hija de Marx.

Paul rápidamente se volvió un discípulo de Marx, fomentó sus ideas e instigó a los obreros a iniciar la revolución del proletariado, sobretodo en París, ciudad en la que hizo su vida conyugal.

En los círculos marxistas su nombre es reconocido y valorado como un camarada ejemplar que incluso ayudó a la traducción de “El Capital”. Dejó también para la posteridad su obra cumbre, cuyo  título evoca inmediatamente a la personalidad inconfundible de los marxistas: “El derecho a la pereza”.


HULTON ARCHIVE/ GETTY; Vía BBC.

Como era de esperarse, los izquierdistas alaban el manuscrito, se jactan al decir que es un compendio filosófico y humanista…de sobra sabemos que las opiniones marxistas están llenas de falacias.

Lafargue escribe:

“En el régimen de pereza, para matar el tiempo que nos mata segundo a segundo, habrá espectáculos y representaciones teatrales todo el tiempo.”

Estas palabras siguen actuales. Los izquierdistas de hoy ofrecen lo mismo. Espectáculo, entretenimiento burdo con cargo al erario, adormecimiento y por supuesto también adoctrinamiento.

Lo constatamos hoy en todos los países socialistas, los líderes no dudan un segundo en utilizar todas las herramientas a su alcance para enaltecerse a sí mismos y perpetuar su ideología asesina. Lo hace Sánchez en España, lo hace López Obrador en México, lo hace Maduro en Venezuela.

¿Acaso el postulado de Lafargue es verdadero? Parcialmente. Claro que los izquierdistas dan espectáculos, pero utilizando el dinero que les sacan de los bolsillos a todos los ciudadanos, solo para recordarles que sin la izquierda no podrían gozar de esa felicidad paradisiaca. Los ilusos les creen, a pesar de que tienen que trabajar de sol a sol para terminar financiando el Rólex del líder.

Continúa Lafargue:

Mejor valdría sembrar la peste o envenenar las fuentes que levantar una fábrica en medio de una población rural.”

Nuestro amoroso marxista, al igual que los de hoy en día, prefiere asesinar a los ciudadanos de bien que ven en el trabajo la dignificación del hombre. Tanto es el repudio que sienten por el ser humano que desea aprender a pescar antes que recibir pescado regalado.

Es comprensible su postura. ¿Para qué le serviría a la izquierda un ciudadano que sabe trabajar con sus propias manos y que no está atenido a las limosnas que el gobierno en turno arroje a su puerta?

Prosigue en su perorata:

“Los curas, los economistas, los moralistas, en lugar de reaccionar contra esta aberración mental, han santificado el trabajo.”

Esta frase es el culmen del cliché que representan los izquierdistas en todas las sociedades. ¿Cómo imaginan los izquierdistas que se elabora el vino que beben en sus banquetes burgueses sino con trabajo? ¿Cómo imaginan que se producen las playeras con la estampa del Ché Guevara que con tanto orgullo portan sino con trabajo? ¿Cómo imaginan que se manufacturan los libros de Marx que tanto veneran sino con trabajo?

Lafargue, como los izquierdistas de hoy en día,  solo intenta dar explicaciones absurdas para su holgazanería personal. No hay sociedad que resista a la pereza. No es un derecho, es un suicidio de la civilización.

Lo más curioso del asunto es que quienes más han utilizado el trabajo forzado contra los ciudadanos han sido precisamente quienes albergan ideas marxistas, tal es el caso de la URSS, Cuba y Corea del Norte, quienes obligan a sus pobladores a trabajar sin paga alguna.

Lafargue terminó sus días al lado de Laura. Ambos terminaron con su vida  tomando cianuro. Quizás había algunos vasos que lavar en el fregadero, y Lafargue vio más oportuno y enaltecedor darle un sorbo al veneno que tomar la esponja y el jabón…especulo.