Esperando el autogol
Ahora que el evento deportivo más importante del planeta terminó y que por fortuna el futbol ganó (inobjetablemente Alemania hizo más méritos futbolísticos que Argentina), ahora que el letargo en el cual el planeta entra durante este evento se va desvaneciendo (y Venezuela no es la excepción) trataré de recrear nuestra precaria situación haciendo analogías con el deporte rey. Antes de que UD salga gritando eufórico ¡¡GOOOOOL!! Y se llena de entusiasmo porque su equipo ganó por un “autogol” del equipo contrario; le recordaré que su equipo es tremendamente mediocre, que fue incapaz de anotar y que su triunfo (si es que en realidad llega) es producto de los errores del otro y que ellos (su equipo) no hizo nada para propiciar esos errores.
El futbol y la política son sumamente parecidos, el balón es el poder y el equipo que logra mantener el balón en sus pies es el equipo que en teoría debería ganar, ya que domina el poder. En Venezuela llevamos 15 años jugando (y cuando digo jugando lo hago literalmente) al juego de la política, los espectadores del juego en las tribunas son sometidas a toda clase de vejámenes por parte de las autoridades del estadio, quienes además son los propietarios del mismo, son los dueños de uno de los equipos, designaron al árbitro, a los liniers, son los propietarios de la federación para la cual juegan los equipos y el cuarto árbitro (el que define cuánto dura el alargue del partido) es el hijo del dueño del equipo ¿vamos entendiendo? La gente en las tribunas se queja, no les llevan bebidas, no hay comida en las tribunas, los impuestos por permanecer viendo el partido son altísimos, y las tribunas están repletas de policías y militares que le asientan garrotazos a los fanáticos que osen protestar por las faltas que comete el equipo local (y digo local por darle un nombre al equipo que organizó la caimanera, en realidad ambos equipos lo son). El terreno en el cual debería desarrollarse el juego es la democracia y sus reglas; sin embargo, y pese a que los espectadores notan que el terreno no es plano (está inclinado dando ventaja a los locales) tampoco tiene la forma que corresponde a un terreno de juego (no es como el del futbol, por lo tanto, tampoco es democracia)… bueno, pese a que los espectadores gritan que ni hay reglas ni el terreno es el adecuado, los jugadores del equipo visitante (y así nos sentimos en nuestro país, como visitantes extraños a lo que ocurre) aceptan jugar en esas condiciones, no solo lo aceptan, sino que además le gritan a los fanáticos desde el terreno, que ¡sí! ¡Así está bien! ¡No se preocupen que así vamos a ganar!
Durante los 15 años que lleva el juego, el equipo local ha cometido toda clase de faltas, de hecho el equipo local no juega al futbol, juega al beisbol, juegan con bates, cascos, toman el balón con la mano, en fin ¡HACEN LO QUE LES VIENE EN GANA! Los árbitros no dicen nada porque son miembros del equipo, la federación tampoco porque federación, equipo, autoridades y árbitros son todos la misma cosa. El partido va 17 a 1 (obviamente a favor del local) los reporteros que cubren el juego son incapaces de decir lo que ven. El juego ni es futbol, ni es democracia… es una vulgar caimanera entre panas, y la gente en las tribunas comienza a darse cuenta de que quienes están en el campo no son adversarios.
Ahora que al parecer a equipo que va ganando se la acaba el dinero para mantener el juego, algunos fanáticos ven la posibilidad de que el cansancio lleve a los locales a meterse un ¡autogol! Y, sin embargo, hay jugadores del equipo visitante que tratan de impedir el autogol. Hubo un par de jugadores del equipo visitante que encontraron un corredor “una salida” en el terreno por donde era fácil anotarle a los locales, a uno le metieron tarjeta roja y a la otra amarilla; pero, como el árbitro decide que se hace con las reglas tener tarjeta amarilla es igual que la roja, solo que te dejan quedarte en la banca viendo el partido. El equipo visitante tampoco tiene un buen director técnico, de hecho tiene muchos directores técnicos que discuten que hacer sin darse por enterados de lo que está ocurriendo. En esta situación sólo queda esperar el autogol.
Déjeme decirle algo, su equipo (el nuestro) ese que está esperando que los locales se equivoquen; es el equipo más incompetente que jamás se haya parado en el terreno de la política venezolana. Su obstinada manía de “tolerar” los desmanes del otro equipo, ha generado una situación insostenible para quienes desde las tribunas llevan 15 años animándolos. Muchos de los fanáticos que los alentaron a seguir jugando han abandonado el estadio con lágrimas en los ojos y sin posibilidad de volver a entrar, a pesar de esto el equipo (el de los perdedores) insiste en seguir jugando bajo las reglas de los tramposos. Los perdedores llevan 15 años diciendo que los otros son muy “malucos”, que no los dejan jugar, pero ese argumento ya no convence a las tribunas.
Ahora que la ruina alcanza a todos a los perdedores, a los tramposos, y a los fanáticos; todos esperamos el auto gol que seguramente los tramposos se han de anotar, que tal vez no sea uno solo sino varios. Pero ¡Espere! Le reitero que su equipo está repleto de jugadores INCOMPETENTES, carece de garra, no tiene ideas y no ha jugado como se esperaba poniéndolo a Ud. (en las gradas) a recibir toda clase de maltratos y humillaciones.
Piense Ud. en cuantas oportunidades han podido anotar y han desistido, piense Ud. en cuáles fueron los momentos en los cuales Ud. desde la tribuna pensó ¡ahora si ganamos! Piense en cuáles fueron en los momentos y se dará cuenta de que fueron los momentos donde las circunstancias exigieron más sacrificios y más valor; sin embargo, fueron los jugadores (los perdedores) quienes decidieron no arriesgarse y dejarlo a Ud. solo con sus aspiraciones de triunfo, que no son otra cosa sino su aspiración de vivir mejor y en paz.
Viene el autogol; sin embargo, no viene el fin del partido, no viene una victoria de quienes estamos en las gradas… solo viene otra nueva frustración y más malos tratos. Recuerde Ud. que el director técnico del equipo tramposo, no es de acá y tiene más de 50 años de experiencia haciendo trampas.