¿Están preparados los partidos políticos en España para 2022?
La vida da muchas vueltas, sin duda. A mediados del 2009 se consumaba en Honduras un golpe de Estado para deponer de su cargo a Manuel Zelaya. Todo parecía controlado en el panorama interno y podía suponerse que el orden político tradicional había superado este contratiempo. No obstante, en 2021, su esposa ha ganado las elecciones generales con un margen bastante holgado de aceptación. Antes primera dama, ahora presidenta electa. Se ha convertido en la sucesora de Juan Orlando Hernández.
En breves, revisaremos el giro político que ha dado Honduras en las urnas al elegir como jefa de Estado a la esposa de un presidente derrocado, así como la situación en que se encuentran las organizaciones políticas tradicionales del país centroamericano y la composición de su nuevo poder legislativo.
Primera dama en un período complejo
Como veníamos diciendo, la República de Honduras pasó momentos difíciles en el período constitucional 2006-2010 por razones políticas. Considerando que el esposo de la recién electa jefa de Estado era el primer mandatario nacional en ese momento, le tocó ser primera dama en un período complejo.
Lo que inició como una propuesta para convocar vía referéndum una Asamblea Nacional Constituyente por parte del presidente de la República en 2009, Manuel Zelaya, acabó en una serie forcejeos entre el ejecutivo y el resto de las instituciones hondureñas, incluyendo su propia agrupación política. Como resultado, el 28 de junio de ese año ―día previsto para la celebración de la consulta―, Zelaya fue sacado en ropa interior de su residencia por unos militares y el Congreso designó a Roberto Micheletti como presidente de facto para culminar el período de su antecesor. En noviembre de ese año se celebraron las elecciones generales correspondientes, ganándolas Porfirio Lobo, del Partido Nacional.
El resto es historia reciente. Por supuesto, la familia depuesta de sus cargos en 2009 no se quedó de brazos cruzados. Durante la década de 2010 se presentaron a las elecciones de 2013 y 2017 bajo una nueva plataforma electoral, quedando en ambas ocasiones en el segundo lugar. No obstante, como podremos apreciar en el siguiente título, durante esos años comenzó el debilitamiento del bipartidismo imperante desde hace más de un siglo en Honduras.
Partidos tradicionales derrotados
Otro elemento destacable de este proceso comicial tiene que ver con los partidos tradicionales derrotados en las urnas. Casi toda Latinoamérica cuenta con organizaciones políticas que han ejercido el gobierno y han liderado la oposición durante décadas, y Honduras no es la excepción. En su caso, el Partido Liberal y el Partido Nacional han desempeñado este papel desde la última década del siglo XIX. Más de un siglo disputándose el poder y reuniendo bajo sus colores a un alto porcentaje del electorado hondureño.
Hablamos de una derrota electoral para ellos porque en la última elección ambos quedaron en el segundo y tercer lugar. La organización fundada en 2011 por Manuel Zelaya y Xiomara Castro, el izquierdista Partido Libertad y Refundación (LIBRE), ganó las elecciones presidenciales y congresales, convirtiéndose en el tercero en llegar al gobierno desde 1894 —los otros dos son los antes mencionados— y rompiendo definitivamente con una arraigada tradición bipartidista en el país centroamericano.
Que las agrupaciones de este tipo sean relegadas no es un fenómeno nuevo en el continente. Con el paso de las décadas han mermado su popularidad en casi toda la región. Hasta la Península Ibérica lo ha visto llegar. Algunos han sido desplazados por un largo período de tiempo y otros eventualmente lo han retomado. Solo el tiempo podrá decirnos si Honduras volverá a ser gobernada por ellos algún día.
Su partido es la minoría más grande del Congreso
Este análisis quedaría incompleto si se descartase el caso del poder legislativo. Saquemos algunas cuentas: el mismo 28 de noviembre eligieron ciento veintiocho diputados, de los cuales cincuenta son miembros de LIBRE. Considerando que solo se encuentran a quince escaños de formar mayoría simple, el partido de la nueva presidenta es la minoría más grande del Congreso.
Resulta probable que esta legislatura no le presente mayores contratiempos a la mandataria electa. Seguramente se tendrá que negociar algún punto de la agenda, pero en términos generales no aparenta una amenaza para su futura gobernabilidad. A diferencia de las últimas legislativas en los países vecinos, este Congreso albergará solamente cuatro bancadas con una representación considerable. Bastará sumar una o dos de estas a su causa para conseguirlo. De hecho, ya está sucediendo.
Además del Partido Salvador —con diez miembros en la cámara— que sostiene una alianza con la organización de Xiomara Castro, el Partido Liberal —del cual provienen ella y su esposo y que cuenta con veintitrés curules— ha ofrecido su apoyo al nuevo gobierno, a pesar de las rupturas del pasado. Como consecuencia, casi una década después del golpe, las ideas progresistas de la familia Zelaya regresan al poder con suficiente respaldo popular e institucional, ahora bajo la tutela de su primera mujer presidenta.