La muerte vista por un moribundo
Antes que nada, deseo que ninguno de vosotros o vuestros familiares os veáis afectados por una enfermedad larga y agónica, mi padre sufrió una de esas y enfrentó cada día con estoicismo hasta su muerte. Así que, con algo de lo visto, lo vivido y lo aprendido, trataré de hacer un relato político con enfoque sanitario. Quien es diagnosticado de la enfermedad (sea cual sea) es afortunado en comparación con quienes la poseen sin saberlo, el diagnosticado pasa un proceso doloroso en el cual su mente se prepara para enfrentar la enfermedad y prolongar su existencia, recurre a la medicina y está en ocasiones posee la cura para el mal que le aqueja, en otras ocasiones solo puede ofrecerle prolongarle la vida. Quien se entera súbitamente y ya con la enfermedad avanzada vive ese proceso de forma traumática y en ocasiones no tiene tiempo.
La diferencia entre ambos es el conocimiento de su situación y por ende su actitud para afrontarla, sin embargo, también se parecen, ambos asumen los dolores y el sufrimiento como algo normal, el primero asume sus dolores como consecuencia de la enfermedad, consiente de su estado y tomando las medidas necesarias al menos superarlo; mientras que el segundo simplemente los sufre, no va al médico, pone excusas y la enfermedad avanza hasta que ya no hay nada que hacer.
Conozco varios países, pero he vivido solo en dos, en mi natal Venezuela y en España (donde nacieron mis padres) ambos países están enfermos, muy enfermos, Venezuela se enteró de su cáncer cuando ya había hecho metástasis. España aún no se da por enterada de la terrible enfermedad que la carcome. Podemos hacer todo tipo de análisis sociales, políticos, económicos, comunicacionales y todos los que de ellos deriven, estos estudios solo nos darán evidencia de lo que en medicina son los “signos vitales” (pulso, frecuencia cardíaca, presión arterial y temperatura) en política a diferencia de la medicina ignoramos los síntomas de la enfermedad.
Los síntomas los siente el paciente y se los manifiesta al médico (vómitos, dolores, fiebre, etc.) Los países presentan síntomas de descomposición, en realidad están a simple vista, son notorios, pero los ignoramos, son cambios en la conducta general de la población; si bien son notorios, ocurren de forma paulatina, van entrando poco a poco de forma imperceptible, creando una “inconsciencia colectiva”, esta inconsciencia va moldeando una nueva conducta, la cual pasa a formar parte de lo cotidiano hasta normalizarse.
España es el enfermo que ha normalizado los síntomas, si bien transitar las calles de Madrid aún refleja la existencia de civismo y orden, valores que formaban parte de la sociedad española se han ido diluyendo, han sido arropados por el nihilismo y en buena medida por el hedonismo, algunos buscan eso que llaman “el pelotazo” un golpe de fortuna que los saque de la pobreza o les genere riqueza de la noche a la mañana, otros simplemente sumergidos en crear una realidad a partir de los sentimientos, lo que se traduce en una existencia irreal, ya que “a la verdad no le interesan los sentimientos”. Así avanzamos en una cotidianidad que choca entre esos constructos irreales y la realidad.
Para no ser exhaustivos España se está despoblando (al menos de españoles), sus índices de natalidad apenas alcanzan el 1,1% y eso es un problema del cual no se habla, la solución a la que ha apuntado el actual gobierno es traer inmigración y la que llega es ilegal y de culturas que no son compatibles con los valores occidentales, ni siquiera con los que ha asumido el occidente posmoderno, de hecho, con esos mucho menos, esto debería ser tema de estudio, ya que no es necesario ser erudito para entender que de continuar esta tendencia en poco más de medio siglo España existirá como territorio pero no como nación.
España ha perdido soberanía, su capacidad de implementar política públicas en favor de sus nacionales se ve coartada por dos grandes factores, el gobierno y la Unión Europea; en particular las políticas que surgen de esta organización supra nacional, limitan (por no decir que eliminan) las posibilidades de España de explotar recursos naturales, obliga a la demolición de represas, desfavorece a los sectores primarios como la agricultura y la pesca generando desempleo y despoblación en extensas zonas rurales (a esas zonas algunos llaman “la España vaciada”) y limita su capacidad de acción ante vecinos hostiles.
La Constitución española, en su artículo segundo dejó la puerta abierta a nacionalismos fraccionarios que hoy amenazan con desmembrar la capa cortical del país, sean catalanes (junto con valencianos y baleares), vascos o gallegos el separatismo sedicioso campea a sus anchas insuflado por una grave enfermedad democrática (a la cual me referiré a continuación) si tan solo uno de ellos triunfa, generará un efecto dominó que impulsará al resto a la sedición.
España está enferma de democracia, cualquier barbaridad es arropada por la idea de la libertad de expresión, la más perniciosa la propia existencia de partidos políticos sediciosos; para los españoles (al menos para la clase política) todo lleva el sufijo “democrático, consensos democráticos, pactos democráticos, secesionismo democrático (porque no es armado), una enfermedad que el filósofo Gustavo Bueno expresó en su “panfleto contra la democracia realmente existente”.
El sistema político español colapsó, el modelo de monarquía constitucional que surgió de la transición desde el comienzo fue una partidocracia, y una partidocracia además concebida para el bipartidismo, este sistema fue ampliamente explotado por el PSOE de Felipe González, quien puso su mayor esfuerzo por desindustrializar el país y destrozar lo que había heredado de la transición “la clase media”, si bien esa clase media ha sobrevivido con muchísimas carencias, ya no es lo que fue. Sin embargo, a González no se le señala por esta barbaridad, cuando la situación económica se deterioró, llegó Aznar, el bipartidismo siguió funcionando, pero este periodo marcó el resurgimiento feroz del secesionismo catalán tras los denominados “pactos del Majestic”, después vendrían Zapatero y Rajoy, con el primero finalizaría el bipartidismo y el segundo fue más inútil que un cenicero en una moto.
Pero hay algo aún más grave, los diputados electos a las Cortes Generales, no son activistas de base, son amigos del que hace las listas, la acción de los partidos políticos no proviene del activismo y la cercanía con los votantes, proviene del enchufe con el cacique del partido. Así usted encontrará en la lista que va a votar dos o tres nombres de figuras conocidas y al resto los conocen en su casa y en la sede del partido, sea Ferraz o Génova o Bambú, la élite política está totalmente divorciada de la realidad. Si a esto agregamos que el voto en el congreso es del partido y no del diputado, conseguimos un cóctel perfecto para que el divorcio se vea agravado por un abismo tan amplio entre políticos y electores como el cañón del Colorado.
El capitalismo y la separación de poderes en España, SON UN CHISTE, en el caso del capitalismo las empresas generadoras de energía terminan asimilando en sus juntas de administración a políticos de todos colores que termina sirviendo de pivote para que el “libre mercado” no opere como tal. En cuanto a la separación de poderes, eso que llaman “Sesión del Control al gobierno” por parte del parlamento ES UNA BROMA DE MUY MAL GUSTO. El parlamento, NO PUEDE, nunca ha podido controlar al ejecutivo porque, el ejecutivo sale de una mayoría parlamentaria, sea de una mayoría absoluta o de una coalición de partidos; ambos terminan siendo simbióticos, organismos cuya existencia depende el uno del otro. Si a eso agregamos que el poder Judicial está condicionado desde 1985 por designaciones hechas desde los partidos, terminamos teniendo un conglomerado de activistas con disfraces distintos. Recientemente, el Partido Popular intentó cambiar la forma de elección de los magistrados del judicial, pero diría el fallecido expresidente de Venezuela Luis Herrera Campins “tarde piaste pajarito” nunca se dignó a hacer algo mientras estaba acomodado y seguro, ahora que le pasaron la aplanadora llora.
España ha ido asimilando estos vicios impávidos, sometida a una abrumadora propaganda desde los medios de comunicación (que también son subvencionados desde el Estado) y condicionados por un complejo que les impide ejercer la más mínima honestidad intelectual. Para el español promedio su pasado en vergonzoso y cualquier cosa “nueva” que vaya a contra pelo de ese pasado es “progreso”, así, por ejemplo, España ha asesinado “legalmente” a UN MILLÓN CIEN MIL españolitos en los vientres de sus madres, a eso llaman derecho y progreso, porque quien se opone a eso es la iglesia y si Franco era católico entonces la iglesia es mala… es absurdo, ¿verdad? Pues así, como estos, muchos otros absurdos y sin sentidos.
Eso que los españoles llaman progreso es la enfermedad que está matando a este país que tan importante ha sido para la historia de la humanidad, así la leyenda negra lo niegue. Esta enfermedad la padecen sin saberlo, los dolores los asumen como naturales y se niegan aplicar medicamento; como traté de explicarle al periodista Jaime Bayly sobre el tema Venezuela “el cáncer no se cura con aspirinas” y los españoles ni pretenden hacer uso de la aspirina porque aún no se dan cuenta de que su enfermedad los está consumiendo. Así ve la muerte un moribundo, ruego a Dios nuevamente estar muy equivocado.