Ley de Memoria Democrática, cese de la Actividad Armada de ETA y Justicia Social

En nuestra actualidad muy reciente tenemos algunos hechos dignos de analizar y revisar con la finalidad de generar reflexión más que debate y enfrentamiento. En el mes de julio de este año se ha aprobado el envío a las Cortes del Proyecto de Ley de Memoria Democrática y el 20 de octubre se han cumplido 10 años del cese de la actividad armada de ETA. Estos dos hechos tienen como centro común conflictos que han dejado muchas familias rotas, con su consecuente repercusión de dolor, desconfianza, crítica y desasosiego en la sociedad.

Hemos querido en este espacio pasearnos un poco por la relación que tiene este proyecto de ley, el cese de la actividad armada de ETA en relación con la necesidad real de un Estado Social, es decir, uno que promueva una justicia social verdadera, basada en la equidad,donde cada persona pueda desarrollar su máximo potencial y lograr una sociedad en paz.

Comencemos con el Proyecto de Ley de Memoria Democrática. Tiene como objeto y finalidad:

1) La recuperación, salvaguarda y difusión de la memoria democrática, entendida ésta como conocimiento de la reivindicación y defensa de los valores democráticos y los derechos y libertades fundamentales a lo largo de la historia contemporánea de España, con el fin de fomentar la cohesión y solidaridad entre las diversas generaciones en torno a los principios, valores y libertades constitucionales.

2) El reconocimiento de quienes padecieron persecución o violencia, por razones políticas, ideológicas, de pensamiento u opinión, de conciencia o creencia religiosa, de orientación e identidad sexual, durante el período comprendido entre el golpe de Estado de 18 de julio de 1936, la Guerra de España y la Dictadura franquista hasta la entrada en vigor de la Constitución española de 1978, así como promover su reparación moral y la recuperación de su memoria personal, familiar y colectiva, adoptar medidas complementarias destinadas a suprimir elementos de división entre la ciudadanía y promover lazos de unión en torno a los valores, principios y derechos constitucionales.

3) Se repudia y condena el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la posterior dictadura franquista, en afirmación de los principios y valores democráticos y la dignidad de las víctimas, formando parte del objeto de esta ley.

Vemos claramente que este proyecto tiene un sesgo ideológico dado que se centra en las víctimas producidas en una de las partes protagonistas del conflicto, argumentando que ya el bando vencedor “impuso desde sus inicios una poderosa política de memoria que excluía, criminalizaba, estigmatizaba e invisibilizaba radicalmente a las víctimas vencidas tras el triunfo del golpe militar contra la República legalmente constituida. En el marco de este relato totalitario, y al mismo tiempo que continuaba una dura represión sobre las personas que defendían la Segunda República, se establecieron importantes medidas de reconocimiento y reparación moral y económica a las víctimas que habían combatido o se habían posicionado a favor del golpe de Estado”.

Vemos aquí incongruencia con algunos de los conceptos expuestos en la exposición de motivos de este proyecto de ley. Por ejemplo, se expresa que “se ha de garantizar el derecho a la verdad de las víctimas de graves violaciones de los derechos humanos o del derecho internacional humanitario, así como las oportunas formas de reconocimiento y reparación, todo ello para profundizar en el objetivo original de fomentar la convivencia pacífica y el continuo desarrollo de nuestra democracia”.

Cuando tratas de fomentar una convivencia pacífica, el continuar separando a las personas en grupos, en bandos beligerantes, no permite que la sociedad comience a verse como un todo, como un grupo que sufrió situaciones graves de violaciones de sus derechos, donde se pueda pensar en construir una historia común donde se condene la violencia, no importa quien la haya cometido, con la finalidad de evitar que se puedan volver a producir en el futuro. La segregación sigue agregando condimentos e ingredientes para que el caldo de cultivo de los sentimientos de odio, venganza y división, las heridas que puedan seguir abiertas no logren cerrarse.

Igualmente, la misma exposición de motivos expresa “no puede haber reconciliación sin verdad y sin memoria”, con lo que no podemos estar más de acuerdo, no podemos dejar de recalcar que para que se pueda llegar a una verdadera reconciliación, se deben repudiar todas las atrocidades cometidas, no solo las cometidas por una de las partes. Es muy posible que al asumir que las víctimas del bando ganador ya fueron reparadas al construirse el Valle de los Caídos, estamos dejando fuera del proceso de sanación o curación de las heridas abiertas todos aquellos que, al igual que quienes quieren conocer qué sucedió con sus familiares del bando republicano, sientan que necesitan conocer lo propio para sus familiares.

Para poder lograr los establecido en el aparte 1 del artículo 2 Principios Generales: “Esta ley se fundamenta en los principios de verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición, así como en los valores democráticos de concordia, convivencia, pluralismo político, defensa de losderechos humanos, cultura de paz e igualdad de hombres y mujeres”, vemos que será muy difícil de alcanzar cuando se parte de la base de la segregación y división de la sociedad en bandos beligerantes. La cultura de paz parte de la base de una convivencia, de una vida en armonía, que no significa una vida sin conflictos, sin diferencias, sin por el contrario, una vida donde podamos vivir con nuestras diferencias.

Tendremos que esperar a que la ley sea promulgada y ver si alguna víctima del bando ganador busca conocer lo sucedido con un familiar o ser resarcido por su pérdida, será amparado por esta ley o sufrirá una marginalización que generará el consecuente rechazo y profundización de las diferencias ya existentes.

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Seguimos con la conmemoración del cese de la actividad armada de ETA, producido el 20 de octubre de 2011. Obviamente no podemos dejar de comentar la Declaración del 18 de Octubre, que han ofrecido Arnaldo Otegui, coordinador general de EH Bildu y Arkaitz Rodríguez, secretario general de Sortu, en relación a esta fecha.

En esta declaración, pronunciadas en euskera por Rodríguez y en español por Otegui, han elogiado el fiel cumplimiento por parte de ETA del compromiso de parar la violencia, el fin total de su actividad, y la apuesta decidida, valiente y arriesgada de la izquierda separatista por las vías exclusivamente pacíficas y democráticas, siendo una decisión inamovible y para siempre.

Ahora, lo realmente importante de esta declaración ha sido el hecho que se haya reconocido que para poder lograr un verdadero tránsito “hacia la paz justa y duradera se necesita el reconocimiento y reparación de todas, absolutamente todas las víctimas”.

“Hoy queremos hacer una mención específica a las víctimas causadas por la violencia de ETA. Queremos trasladarles nuestro pesar y dolor por el sufrimiento padecido. Sentimos su dolor, y desde ese sentimiento sincero afirmamos que el mismo nunca debió haberse producido, a nadie puede satisfacer que todo aquello sucediera, ni que se hubiera prolongado tanto en el tiempo. Debíamos haber logrado llegar antes a Aiete.

Desgraciadamente, el pasado no tiene remedio, nada de lo que digamos puede deshacer el daño causado, pero estamos convencidos de que es posible al menos aliviarlo desde el respeto, la consideración y la memoria. Queremos decirles de corazón que sentimos enormemente su sufrimiento y nos comprometemos a tratar de mitigarlo en la medida de nuestras posibilidades. Siempre nos encontrarán dispuestos a ello”.

Estas palabras han generado diferentes reacciones, como era de esperarse. Para algunos, demuestran que existe un avance y que, si bien no se produjo una solicitud de perdón ni se condenó a ETA de manera rotunda, son pasos dados hacia el futuro. Para otros, mientras esa condena no se produzca, este tipo de declaraciones generan dudas, porque se toman como paños calientes. Es normal que luego de un conflicto haya mucha desconfianza. Cómo no desconfiar de quien te ha producido un daño terrible.

Para que se pueda ir transitando hacia un camino que lleve a la convivencia en armonía, donde podamos vivir con nuestras diferencias, debemos vivir encuentros que representan etapas dentro de ese camino para poder luego llegar hacia ese lugar esperado, ese lugar donde vivamos en una cultura de paz, la reconciliación social y nos lleve hacia la justicia social. Es un camino hacia y a través del conflicto, un camino que siempre implica volverse hacia las personas que han contribuido a nuestro dolor, como lo plantea John Paul Lederach en su libro “El camino hacia la reconciliación”.

Las etapas de este camino pueden verse como la gestión correcta del pasado, que nos permita generar los compromisos para comenzar a convivir en el presente de cara a relaciones armónicas en el futuro. Estas etapas son:

El reconocimiento del mal causado.

La confianza debe abordarse y restablecerse si queremos empezar a lidiar con las contradicciones. La comunicación es la mejor herramienta para ganar confianza. A través de ella, ambas partes pueden intercambiar visiones de diferentes aspectos del conflicto, pero también de diferentes situaciones previas al conflicto que pueden haber afectado su comportamiento. Esto produce un reconocimiento mutuo que no significa, por ningún motivo, perdón o estar de acuerdo con las acciones cometidas. Pero este valiente acto sentará la base para humanizar al contrario.

El profesor George Irani en su artículo inédito “Reconocimiento, Perdón y Reconciliación en la Resolución de Conflictos: Perspectivas del Líbano”, se refiere al reconocimiento de esta manera: “Uno de los principios rectores de la resolución de conflictos es ayudar a los individuos o grupos en conflicto a reconocer las preocupaciones y necesidades psicológicas de los demás para que puedan superar su histórico sentimiento de victimización. En este caso de naciones o grupos étnicos envueltos en conflictos, el reconocimiento de las heridas no cicatrizadas del dolor infligido en el pasado facilita la resolución de los conflictos”. Continúa: “Un primer paso en el proceso de curación, entonces, es el reconocimiento mutuo de todas las partes de sus emociones, puntos de vista y necesidades. Por lo tanto, la primera y más crucial habilidad que deben desarrollar las partes en conflicto es la de escucharse activamente unas a otras”.

Es de suma importancia comprender que la voluntad es vital en el proceso de resolución de conflictos y reconciliación. Las partes deben estar convencidas de que estarán mejor si cesa la violencia y comienzan a abordar sus diferencias y buscar áreas comunes, puntos de encuentro. A través de la voluntad es cuando se logra una comunicación verdadera y sincera (activa), y ambas partes se verán como seres humanos, sin barreras percibidas (deshumanización, radicalización, odio, etc.). Citando nuevamente al profesor Irani: “para embarcarse en el desafiante proceso de reconciliación, las víctimas y victimarios deben encontrar una manera de reconocer las heridas y el sufrimiento pasado infligidos por el otro para lograr el perdón, el componente clave de la verdadera resolución de conflictos”.

Este punto genera fuertes críticas, dado que no se percibe que realmente se reconozcan públicamente los errores cometidos, ya que se insiste en mantener la división social en bandos.

La disculpa.

Después de un proceso de reconocimiento adecuado, sincero y profundo, donde las partes pueden abordar los errores cometidos, los antecedentes de cada uno, es cuando se puede llegar a un entendimiento. Para no generar confusión en los oyentes, por “entendernos” nos referimos a tratar de conocer las visiones de los demás. Es un proceso de comprensión de la visión, no un proceso de acuerdo. Cuando cada una de las partes ha revelado sus pensamientos y creencias íntimas, se puede comenzar a generar un proceso de acercamiento, dependiendo de la profundidad de la convicción que cada uno tenga sobre los hechos mencionados, pudiendo incluso generar una declaración de disculpa hacia el otro. Esta es la segunda etapa hacia la reconciliación.

José Luis Álvarez Santa Cristina en su trabajo “Pedir perdón desde el sufrimiento de las víctimas” publicado en la página web de la Radio Televisión Vasca EITB, presenta siete criterios básicos sobre la disculpa:

  • Es un acto humilde y valiente.
    • Es un ejercicio de libertad.
    • No es de ninguna manera un acto de exigencia hacia la víctima o sus familiares.
    • El que se disculpa, no necesariamente espera que la víctima o sus familiares le concedan el perdón.
    • La disculpa no obliga, en modo alguno, a la víctima ni a su familia a concederle el indulto ni a escucharlo personalmente.
    • Por otro lado, la disculpa podría entenderse como una oportunidad para la víctima o sus familiares para que el recuerdo del daño irreparable sufrido finalmente quede asentado y fortalecido en todas sus dimensiones, una de las cuales es el reconocimiento por parte del victimario del dolor causado, dimensión que quedaba por restaurar.
    • La disculpa sincera también podría entenderse como una oportunidad para avanzar en la labor de duelo inherente a la pérdida de un ser querido o las graves heridas físicas y morales sufridas.

Compensación o reparación

Por compensación nos referimos a todas las diferentes herramientas a través de las cuales las víctimas pueden recibir justicia. Se parte de la búsqueda de la justicia propiamente dicha (enjuiciamiento), hasta recibir una reparación (ayuda económica, retribución monetaria, reconocimiento social, etc.).

La compensación se puede lograr mediante cuatro tipos diferentes de acciones:

  • Justicia retributiva
  • Justicia restaurativa
  • Comisiones de la verdad
  • Políticas de reparación

Perdón

Es muy difícil para una persona que ha sufrido una serie de atrocidades que pueda perdonar de un tirón a quienes le han sometido a importantes niveles de humillación, despojo y/o pérdida de seres queridos.

Lidiar con el pasado es un proceso que permite a las víctimas recuperarse de los sufrimientos que han experimentado durante el conflicto violento. Cuando se haya establecido y llevado a cabo correctamente un verdadero proceso de curación (reconocimiento, disculpa y compensación), el perdón puede verse ahora como una verdadera posibilidad. Llegar a este punto no puede ser forzado, se alcanza de forma individual y en función del ritmo con el que cada víctima pasa por el proceso de curación.

Citando nuevamente al profesor Irani, “pensamos que el comienzo del proceso de curación, del perdón, es la capacidad de escuchar, reconocer y compartir historias para comenzar a dirigirse y verse como seres humanos. Solo entonces podremos comenzar a avanzar hacia el perdón”.

Los conflictos profundamente arraigados requieren de un proceso de integración social que permita a las generaciones siguientes aprender de los errores cometidos por quienes los precedieron y verse como iguales, evitando la deshumanización que la sectorización produce. En los conflictos sufren todos y a todos hay que ayudar a sanar, sin entrar en detalles divisorios como quien sufrió más, quién perdió más, sino comenzar a crear discursos de inclusión, donde hablamos de un todo como sociedad.